domingo, 30 de diciembre de 2012

LA FUGA DE SEBASTIANA (1a. parte)

Aprovechando que su madre había salido a casa de sus hermanas, Sebastiana se decidió a buscar, entre los documentos bien guardados de su madre, el acta de matrimonio, ya que siempre había pensado que era hija de madre soltera.  El hecho de que no hubiera más que un solo retrato de su padre y que hubiera muerto, según le habían asegurado, antes de que ella naciera, sembró la espina de la duda.  Pero lo que encontró la marcó para siempre.  Un acta de adopción. 

En aquellos momentos resonaba en la vieja casona un disco con la música de Bach, era la fuga en re menor.  Aunque no fue consciente, aquella pieza se fundió con el inmenso dolor que la traspasó e influiría en su vida por el resto de sus días.

La casa es vieja, de dos pisos, con un pequeño jardín medio seco al frente.  La herrería de la fachada esta despintada y oxidada.  La verja chirría con cualquier movimiento.  Al interior los muebles son igualmente viejos y gastados.  La sala de un lado, el comedor del otro y al fondo, la cocina.   La escalera que lleva a las recámaras es de madera, apolillada y despintada, que la anciana, dueña de estos espacios, sube y baja sin preocupación alguna.  

Mamá, baja más despacio. Ve bien dónde pones el pie antes de apoyarte.  Si me caigo, pues me entierras y se acaban tus preocupaciones.  ¿Así de fácil, mami?  ¿Qué tal si quedaras cucha?  Me metes a un asilo.

Sebastiana se dio media vuelta para no seguir discutiendo tonterías. Aquella casa significaba mucho para ella, siempre había vivido ahí y no le gustaba el estado deplorable en que se encontraba.  Si mi próxima exposición tiene éxito, tendré el dinero para empezar… por la escalera, sí, por la escalera que se ha vuelto tan peligrosa, aunque mamá no se dé cuenta y menos cada día, que a veces no sabe ni cómo se llama.

En dos semanas más expondría, en individual, 25 de sus obras en la Galería Monet, de la Zona Rosa.  A los dueños les había encantado el contraste tan notorio en su obra y ellos mismos escogieron los cuadros que más les gustaron.  Unas eran llenas de colores vivos, llenos de alegría y vigor.  Otras, por el contrario, parecían pintadas por otra persona, pues eran oscuras, de tonos opacos, hasta tenebrosos.  Y esto fue lo que más gustó a los Pedraza, que pensaron colocar ambos estilos en muros opuestos.  Querían observar la reacción del público al saber que pertenecían a la misma artista.

Su gusto por la pintura se desarrolló espontáneamente.  Desde que nació la música de Bah la acompañó siempre.  Tanto le complacía a su madre, que la bautizó con el nombre del célebre organista.  Aquellos acordes tan vibrantes le llegaban tan hondo que un buen día, siendo todavía muy chica, empezó a pintarrajear un cuaderno para desahogar sus sentimientos.  Cuando llegó a la adolescencia entró otro tipo de música a la casa.  Pero, si sentía deseos de pintar ponía los discos de Bah.  Sus oberturas y minuetos la exaltaban hasta el cielo.  Sobre todo, los conciertos de Branderburgo.  Sin embargo, las fugas le producían un sentimiento totalmente contrario. 

Estando con su única amiga, Isela, en un café, Sebastiana, decaída,  le confesó:  Si mi madre no me pudo querer, cómo puedo esperar que alguien me ame.  Eres muy dura, amiga, hay mil posibilidades del por qué no te conservó con ella.  ¿Has pensado que quizá la obligaron a darte en adopción?  O quizá ni siquiera le preguntaron y simplemente te arrancaron de sus brazos.  Me parece, Ise, que eso lo viste en una telenovela.  Pues las telenovelas cuentan algo que ha vivido alguien, no inventan el hilo negro.  Además, Sebita, tu madre Lupita te ha mimado toda la vida, eres la niña de sus ojos.  ¿Por qué no me dijo la verdad desde niña - respondió Sebastiana con amargura - para qué ocultarlo?   Quizá nunca encontró el momento adecuado. 

Pues cada día es menos adecuado.  Hace unas noches se cayó al ir al baño, a oscuras y con las medias puestas…  ¡Qué barbaridad!   …y ayer la encontré poniéndose esmalte de uñas en el moretón que tiene en la cara.  Y también me dijiste que echó azúcar, en vez de sal, a los huevos.  Sé que será muy doloroso dar un paso así, pero tienes que poner a tu madre en un sanatorio donde la cuiden las 24 horas, ya que tú te vas a trabajar y ella se queda sola.  Y las sirvientas que le consigo le duran dos días.  Qué difícil es tomar esa decisión Ise, no sé si tendré el valor.

El acta de adopción era de Jalapa, Ver. donde había nacido y crecido su madre Lupita.  Así que pidió unos días de descanso en el trabajo, dejó a su madre con sus hermanas y se dirigió allá.  En el Registro Civil encontró las actas de nacimiento y defunción de sus abuelos, la del nacimiento de su madre y sus dos tías, pero no apareció ninguna acta de matrimonio ni de adopción.  ¿Pero cómo es posible que no tengan constancia de la adopción, si aquí tengo el original?, preguntó al encargado, mostrándosela.  Seguramente se hizo en el hospital… y… se les olvidó mandarla acá - contestó nervioso el  empleado – en el acta debe venir el nombre del hospital donde…  Aquí dice, Leona Vicario, dónde está ese lugar.  Bueno, señorita, yo nunca he oído… espere. Oye Martín, ¿tú conoces un Hospital Leona Vicario aquí en Jalapa?  Sí, donde nacieron mis primos, pero está en Yucatán.  No puede ser, señor, el acta dice que nací aquí hace 30 años y… quizá cambió de nombre.  No, lo siento, yo tengo 60 años, siempre he vivido aquí y nunca hubo un hospital con ese nombre.

Un torbellino de confusión envolvía a Sebastiana.  Todo era mentira tras mentira.  Después de calmarse un poco se dirigió a la casa donde vivió la familia Romay.  Las personas que compraron la casa todavía la habitaban.

Claro que me acuerdo de Lupita.  Qué bueno saber que todavía vive.  Ella puso la casa en venta, unos meses después de morir su madre, el papá se le había adelantado cinco años.  Era alta, muy guapa, de buen porte y mucho carácter.  Tenía mucho pretendientes… ¿Se casó con alguno de ellos?  No, que nos hayamos en enterado aquí en Jalapa.  ¿Ustedes conocieron a Rafael Angulo’, pregunto inquieta Sebastiana.  Oye, Servando tú recuerdas algún Angulo. No, yo no, aunque hay unos Angulo en Córdoba, que no está lejos de aquí.  Quizá se fue a vivir allá, con la familia política, nosotros no supimos más de ella, después que compramos la casa.

Hay Isela, estoy peor que al principio.  Ahora resulta que mamá Lupita no es mi madre, que no nací aquí en la capital, que en Jalapa no hay ningún Sanatorio Leona Vicario, que a ese Rafael Angulo nadie lo conoce. Y con un hondo suspiro dijo - ¿entonces de dónde diablos salí yo?

Olvídate de todo eso por un rato.  Mételo en el cajón de la cocina.  Mañana es la inauguración de tu exposición y es todo lo que importa por ahora.  Duerme tranquila.  Mañana apenas tendrás tiempo de ir al salón, arreglarte y ponerte guapísima.  Paso por ti a las 2 de la tarde.

La galería estuvo muy concurrida. Desde que se hizo la apertura, a las 4 de la tarde, la gente no dejó de fluir.  Los medios de comunicación tomaron cien fotos e hicieron otras tantas preguntas a los asistentes.  Se vendieron diez cuadros y quedaron apartados ocho más.  ¡Felicidades Sebastiana! has tenido un rotundo éxito – comentó Alejandra Pedraza, la dueña- y todo mundo se pregunta cómo puedes pintar obras tan contrastantes entre sí.  Es que unas las pinto con la derecha y otras con la izquierda – contestó riéndose.  Así que eres ambidiestra, lo creo, pero no de las manos, sino que a veces pintas tu exterior y otras tu interior.  Yo tengo muy buen ojo para eso.  Bueno, pues te felicito y me felicito.

Al poco tiempo Sebastiana consiguió un trabajo de medio tiempo para dedicarse con tranquilidad a la pintura, al mismo tiempo que cuidaba a su madre para evitar, en lo posible, un accidente fatal.  Pero la frecuencia de los ‘tropezones’ la obligaron a tomar la decisión de recluirla en una casa para ancianos.  No sabes, Isela, lo horrible que fue dejarla en ese lugar.  Sus ojos tristes no se desprendían de mí.  Aunque no se acuerde quién soy, ni cómo me llamo, vi su dolor de sentirse abandonada.  ¡Soy una mala hija, una desgraciada, una…!

Te equivocas, Sebas, Se necesita mucho valor y mucho amor para protegerla de ella misma.  No la metiste ahí porque te estorbara, sino porque se podía matar o incendiar la casa.  Al menos la vería caer y moriría en mis brazos.  Ahora morirá sola.

Poco después de un año, una noche le llamaron para avisarle que su madre había fallecido y necesitaban que fuera a reconocerla.  Sebastiana se tomó su tiempo para digerir lo que siempre supo que llegaría, pero se sentía terriblemente culpable.  Cuando llegó al nosocomio la llevaron a la morgue.  En aquella camilla está el cuerpo, le indicó la enfermera y la dejó a solas.  A unos cuantos metros estaba el cadáver y Sebastiana se sentía clavada en el piso, sin poder moverse.  Tenía ganas de abrazarla, pedirle perdón por haberla abandonado, de decirle lo mucho que la amaba.   Entre las lágrimas que anegaban sus ojos, se imaginó que aquel cuerpo se enderezaba para reclamarle.  Sebastiana salió corriendo. 

Sebastiana se refugió en la pintura, donde claramente se reflejaba su estado de ánimo.  Todos los cuadros eran oscuros, nebulosos, siniestros, incluso algunos con escenas macabras.  Tanto que Isela le comentó que ahora sus pinturas se parecían a las de Goya y a veces de cariño le decía Goyita.

Un mes después del sepelio, la tía Angelina fue a visitar a Sebastian, lo que fue extraño ya que no se frecuentaron mucho en todos los años anteriores.  Sé que te extrañará que haya venido, sin Matilde, pero ella no está de acuerdo con lo que voy a decirte.  Vengo a revelarte todo lo concerniente a tu nacimiento.

          Continuará... < < < < < - - - - - > > > > >   2012

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