domingo, 30 de diciembre de 2012

LA FUGA DE SEBASTIANA (1a. parte)

Aprovechando que su madre había salido a casa de sus hermanas, Sebastiana se decidió a buscar, entre los documentos bien guardados de su madre, el acta de matrimonio, ya que siempre había pensado que era hija de madre soltera.  El hecho de que no hubiera más que un solo retrato de su padre y que hubiera muerto, según le habían asegurado, antes de que ella naciera, sembró la espina de la duda.  Pero lo que encontró la marcó para siempre.  Un acta de adopción. 

En aquellos momentos resonaba en la vieja casona un disco con la música de Bach, era la fuga en re menor.  Aunque no fue consciente, aquella pieza se fundió con el inmenso dolor que la traspasó e influiría en su vida por el resto de sus días.

La casa es vieja, de dos pisos, con un pequeño jardín medio seco al frente.  La herrería de la fachada esta despintada y oxidada.  La verja chirría con cualquier movimiento.  Al interior los muebles son igualmente viejos y gastados.  La sala de un lado, el comedor del otro y al fondo, la cocina.   La escalera que lleva a las recámaras es de madera, apolillada y despintada, que la anciana, dueña de estos espacios, sube y baja sin preocupación alguna.  

Mamá, baja más despacio. Ve bien dónde pones el pie antes de apoyarte.  Si me caigo, pues me entierras y se acaban tus preocupaciones.  ¿Así de fácil, mami?  ¿Qué tal si quedaras cucha?  Me metes a un asilo.

Sebastiana se dio media vuelta para no seguir discutiendo tonterías. Aquella casa significaba mucho para ella, siempre había vivido ahí y no le gustaba el estado deplorable en que se encontraba.  Si mi próxima exposición tiene éxito, tendré el dinero para empezar… por la escalera, sí, por la escalera que se ha vuelto tan peligrosa, aunque mamá no se dé cuenta y menos cada día, que a veces no sabe ni cómo se llama.

En dos semanas más expondría, en individual, 25 de sus obras en la Galería Monet, de la Zona Rosa.  A los dueños les había encantado el contraste tan notorio en su obra y ellos mismos escogieron los cuadros que más les gustaron.  Unas eran llenas de colores vivos, llenos de alegría y vigor.  Otras, por el contrario, parecían pintadas por otra persona, pues eran oscuras, de tonos opacos, hasta tenebrosos.  Y esto fue lo que más gustó a los Pedraza, que pensaron colocar ambos estilos en muros opuestos.  Querían observar la reacción del público al saber que pertenecían a la misma artista.

Su gusto por la pintura se desarrolló espontáneamente.  Desde que nació la música de Bah la acompañó siempre.  Tanto le complacía a su madre, que la bautizó con el nombre del célebre organista.  Aquellos acordes tan vibrantes le llegaban tan hondo que un buen día, siendo todavía muy chica, empezó a pintarrajear un cuaderno para desahogar sus sentimientos.  Cuando llegó a la adolescencia entró otro tipo de música a la casa.  Pero, si sentía deseos de pintar ponía los discos de Bah.  Sus oberturas y minuetos la exaltaban hasta el cielo.  Sobre todo, los conciertos de Branderburgo.  Sin embargo, las fugas le producían un sentimiento totalmente contrario. 

Estando con su única amiga, Isela, en un café, Sebastiana, decaída,  le confesó:  Si mi madre no me pudo querer, cómo puedo esperar que alguien me ame.  Eres muy dura, amiga, hay mil posibilidades del por qué no te conservó con ella.  ¿Has pensado que quizá la obligaron a darte en adopción?  O quizá ni siquiera le preguntaron y simplemente te arrancaron de sus brazos.  Me parece, Ise, que eso lo viste en una telenovela.  Pues las telenovelas cuentan algo que ha vivido alguien, no inventan el hilo negro.  Además, Sebita, tu madre Lupita te ha mimado toda la vida, eres la niña de sus ojos.  ¿Por qué no me dijo la verdad desde niña - respondió Sebastiana con amargura - para qué ocultarlo?   Quizá nunca encontró el momento adecuado. 

Pues cada día es menos adecuado.  Hace unas noches se cayó al ir al baño, a oscuras y con las medias puestas…  ¡Qué barbaridad!   …y ayer la encontré poniéndose esmalte de uñas en el moretón que tiene en la cara.  Y también me dijiste que echó azúcar, en vez de sal, a los huevos.  Sé que será muy doloroso dar un paso así, pero tienes que poner a tu madre en un sanatorio donde la cuiden las 24 horas, ya que tú te vas a trabajar y ella se queda sola.  Y las sirvientas que le consigo le duran dos días.  Qué difícil es tomar esa decisión Ise, no sé si tendré el valor.

El acta de adopción era de Jalapa, Ver. donde había nacido y crecido su madre Lupita.  Así que pidió unos días de descanso en el trabajo, dejó a su madre con sus hermanas y se dirigió allá.  En el Registro Civil encontró las actas de nacimiento y defunción de sus abuelos, la del nacimiento de su madre y sus dos tías, pero no apareció ninguna acta de matrimonio ni de adopción.  ¿Pero cómo es posible que no tengan constancia de la adopción, si aquí tengo el original?, preguntó al encargado, mostrándosela.  Seguramente se hizo en el hospital… y… se les olvidó mandarla acá - contestó nervioso el  empleado – en el acta debe venir el nombre del hospital donde…  Aquí dice, Leona Vicario, dónde está ese lugar.  Bueno, señorita, yo nunca he oído… espere. Oye Martín, ¿tú conoces un Hospital Leona Vicario aquí en Jalapa?  Sí, donde nacieron mis primos, pero está en Yucatán.  No puede ser, señor, el acta dice que nací aquí hace 30 años y… quizá cambió de nombre.  No, lo siento, yo tengo 60 años, siempre he vivido aquí y nunca hubo un hospital con ese nombre.

Un torbellino de confusión envolvía a Sebastiana.  Todo era mentira tras mentira.  Después de calmarse un poco se dirigió a la casa donde vivió la familia Romay.  Las personas que compraron la casa todavía la habitaban.

Claro que me acuerdo de Lupita.  Qué bueno saber que todavía vive.  Ella puso la casa en venta, unos meses después de morir su madre, el papá se le había adelantado cinco años.  Era alta, muy guapa, de buen porte y mucho carácter.  Tenía mucho pretendientes… ¿Se casó con alguno de ellos?  No, que nos hayamos en enterado aquí en Jalapa.  ¿Ustedes conocieron a Rafael Angulo’, pregunto inquieta Sebastiana.  Oye, Servando tú recuerdas algún Angulo. No, yo no, aunque hay unos Angulo en Córdoba, que no está lejos de aquí.  Quizá se fue a vivir allá, con la familia política, nosotros no supimos más de ella, después que compramos la casa.

Hay Isela, estoy peor que al principio.  Ahora resulta que mamá Lupita no es mi madre, que no nací aquí en la capital, que en Jalapa no hay ningún Sanatorio Leona Vicario, que a ese Rafael Angulo nadie lo conoce. Y con un hondo suspiro dijo - ¿entonces de dónde diablos salí yo?

Olvídate de todo eso por un rato.  Mételo en el cajón de la cocina.  Mañana es la inauguración de tu exposición y es todo lo que importa por ahora.  Duerme tranquila.  Mañana apenas tendrás tiempo de ir al salón, arreglarte y ponerte guapísima.  Paso por ti a las 2 de la tarde.

La galería estuvo muy concurrida. Desde que se hizo la apertura, a las 4 de la tarde, la gente no dejó de fluir.  Los medios de comunicación tomaron cien fotos e hicieron otras tantas preguntas a los asistentes.  Se vendieron diez cuadros y quedaron apartados ocho más.  ¡Felicidades Sebastiana! has tenido un rotundo éxito – comentó Alejandra Pedraza, la dueña- y todo mundo se pregunta cómo puedes pintar obras tan contrastantes entre sí.  Es que unas las pinto con la derecha y otras con la izquierda – contestó riéndose.  Así que eres ambidiestra, lo creo, pero no de las manos, sino que a veces pintas tu exterior y otras tu interior.  Yo tengo muy buen ojo para eso.  Bueno, pues te felicito y me felicito.

Al poco tiempo Sebastiana consiguió un trabajo de medio tiempo para dedicarse con tranquilidad a la pintura, al mismo tiempo que cuidaba a su madre para evitar, en lo posible, un accidente fatal.  Pero la frecuencia de los ‘tropezones’ la obligaron a tomar la decisión de recluirla en una casa para ancianos.  No sabes, Isela, lo horrible que fue dejarla en ese lugar.  Sus ojos tristes no se desprendían de mí.  Aunque no se acuerde quién soy, ni cómo me llamo, vi su dolor de sentirse abandonada.  ¡Soy una mala hija, una desgraciada, una…!

Te equivocas, Sebas, Se necesita mucho valor y mucho amor para protegerla de ella misma.  No la metiste ahí porque te estorbara, sino porque se podía matar o incendiar la casa.  Al menos la vería caer y moriría en mis brazos.  Ahora morirá sola.

Poco después de un año, una noche le llamaron para avisarle que su madre había fallecido y necesitaban que fuera a reconocerla.  Sebastiana se tomó su tiempo para digerir lo que siempre supo que llegaría, pero se sentía terriblemente culpable.  Cuando llegó al nosocomio la llevaron a la morgue.  En aquella camilla está el cuerpo, le indicó la enfermera y la dejó a solas.  A unos cuantos metros estaba el cadáver y Sebastiana se sentía clavada en el piso, sin poder moverse.  Tenía ganas de abrazarla, pedirle perdón por haberla abandonado, de decirle lo mucho que la amaba.   Entre las lágrimas que anegaban sus ojos, se imaginó que aquel cuerpo se enderezaba para reclamarle.  Sebastiana salió corriendo. 

Sebastiana se refugió en la pintura, donde claramente se reflejaba su estado de ánimo.  Todos los cuadros eran oscuros, nebulosos, siniestros, incluso algunos con escenas macabras.  Tanto que Isela le comentó que ahora sus pinturas se parecían a las de Goya y a veces de cariño le decía Goyita.

Un mes después del sepelio, la tía Angelina fue a visitar a Sebastian, lo que fue extraño ya que no se frecuentaron mucho en todos los años anteriores.  Sé que te extrañará que haya venido, sin Matilde, pero ella no está de acuerdo con lo que voy a decirte.  Vengo a revelarte todo lo concerniente a tu nacimiento.

          Continuará... < < < < < - - - - - > > > > >   2012

domingo, 23 de diciembre de 2012

EL GRAN RETO

Como todas las tardes, Enedina daba un paseo por el parque y disfrutaba en llevarles de comer a las palomas, que venían presurosas a picotear las migajas de pan.  Contemplaba con tristeza a los niños que corrían y jugaban por todas partes.  Cuánto deseaba haber nacido bonita y tener un esposo, pero todos corrían de su joroba y la horrible cara que le había tocado. Aunque en realidad ni siquiera sabía si era fea, ya que nunca buscaba la forma de verse mejor.   Sus vestidos eran holgadas y cerrados hasta el cuello, sus zapatos eran sólo mocasines y tenis. Jamás se había puesto una gota de maquillaje. Gustaba sentarse frente al lago sobre el pasto, doblando las piernas y pies sin calzado, cubiertos por la amplia falda, para ver nadar a los patos y soñar con todo aquello que no tenía. 

Una tarde se acercó hasta la orilla un sapo y con pequeños brinquitos llegó frente a Enedina.  Se quedó mirándola.  Aquellos ojos saltones la hipnotizaron.  Su desbordante imaginación creó de inmediato un mundo maravilloso con esa nueva presencia y un profundo suspiro escapó de sus labios.  Ante el estupor de Enedina el anfibio la sujetó por la falda y, con artes mágicas, la arrastró hasta el fondo del profundo estanque.  Ahí la rodearon muchas mujeres, en verdad bastante repulsivas, que al verla se empezaron a burlar de ella, a insultarla y escupirle  el rostro, para después golpearla hasta dejarla sin vida.  Ya así, la jalaron de las piernas y se la llevaron a un nido infestado de víboras hambrientas.

Su espíritu voló y llegó hasta el Tribunal Superior, donde se revisó su vida y se demostró el desperdicio que había hecho, anhelando sólo la belleza física e ignorando los dones que le habían sido conferidos.  Fue condenada a tomar otro cuerpo más tortuoso, a fin de pagar sus errores.

Abrió los ojos y miró lentamente a su alrededor, sintió la cama bajo su cuerpo.  Estaba paralizada de miedo.  Aquel sueño había sido espantoso y tan vívido.  Sus ojos recorrieron su recámara y todo estaba como siempre. Pero al tocar sus piernas, sintió algo raro…. ¡no eran suyas!   Saltó de la cama para verse en el espejo grande que tenía detrás de la puerta.  La imagen que vio la horrorizó.  El sueño había sido real.  Frente a sí veía una mujer increíblemente…..  ¡hermosa!
                                                                                           
          < < < < < - - - - -  > > > > > >      2012

sábado, 15 de diciembre de 2012

LA DAMA BLANCA

Dentro del frondoso bosque de abetos y pinos, donde los árboles pasan las horas jugando con las telarañas colgantes, hay un laberinto en el que, dicen, hay un retrato escondido, la Dama Blanca, de autor desconocido, que retrata a una hermosa mujer vestida con un complicado vestido blanco, lleno de pliegues, encajes y bordados, vaporosamente femenino.  La falda llega al piso y deja ver apenas la punta de una zapatilla blanca, las mangas ceñidas hasta el codo terminan en campanas alforzadas y un delicado encaje en la orilla.  El escote es profundo realzando los pechos firmes.  Pero el rostro está difuminado, aunque se adivina una leve sonrisa, por lo que no se sabe quién era ella ni qué edad tenía.  La Dama Blanca está de pie junto a una mesita, en la que descansa un cuadro con el retrato de dos niñas, una jarra panzuda de plata, un florero con rosas blancas y un alhajero tallado con incrustaciones de concha, que celosamente guarda su imposibilidad de un amor pleno.  Al fondo se ve una ventana de cortinas vaporosas y dos lienzos azules a los lados.  La alfombra es floreada en verdes y azules.

¡Pero qué haces ahí parada como una estatua, Casilda!  Te estoy esperando a comer desde hace rato y tú… aquí bobeando. 

La Dama Blanca y todo su entorno se fue desvaneciendo ante los ojos de Casilda. La interrupción la volvió a la realidad, a una vida que cada día soportaba menos.  Sin contestar a su marido, Casilda salió de la habitación y se fue a su recámara.  

* Le venía a decir, patrón que ya encontré a la señora – dijo Ifigenia con voz sofocada – pero creo que usted ya también la vio.

* Sí, aquí estaba parada contemplando ese cuadro.  ¿Me quieres decir quién trajo eso a mi despacho?
* ¿Cuál cuadro señor? Ifigenia volteaba por todos lados.

* Ese que tienes enfrente, recargado en mi escritorio ¿Qué no lo ves… necesitas lentes? – lo atontado de la criada ponía cada vez más furioso a Armando.

* Ah sí, sí señor, ese… cuadro, claro que lo veo… pero… no sé quién lo puso aquí – Ifigenia se sentía muy incómoda.

* Anda, vete a servir la comida, aunque con la muina ya se me fue el apetito.  
* ¿Ya se fue con quién?  
* Que te vayas a servir la mesa…. ¿sordita también?

Ay , Chata, yo creo que el patrón de plano está chocheando… -¿Y ahora qué hiciste?   -Yo sólo andaba buscando a la señora para que viniera a comer y la vi salir del despacho.  Ahí estaba el señor muy enojado porque había un cuadro que yo no vi, pero insistió y le dije que sí.. pero no había nada.  Te lo juro.  -Anda, ya está en el comedor, ve y luego me sigues contando.

Al otro día durante el desayuno, Armando empezó la discusión.  -¿Se ´puede saber, Casilda qué hace el retrato de tu bisabuela en mi despacho?  -No sé de qué hablas.  –La pintura de esa mujer con la cara borrosa.  –Ella es mi tatarabuela.  –Lo mismo da, lo que quiero que me aclares es qué hace en MÍ despacho.  Por qué no lo pones en TU recámara, ya que has insistido en tener la tuya propia.  –Es más saludable, para los dos.  -¿Qué apesto tanto que te enfermo?  -Yo no lo he bajado de la buhardilla, donde ha estado desde que se encontró al talar el bosque, y allí sigue, puedes comprobarlo ahora mismo.  –No trates de tomarme el pelo, ayer lo vi en el despacho y tú estabas como ida, contemplándolo.  –Yo estaba dormida, Ifigenia me fue a despertar, pero no tenía hambre y seguí durmiendo.  –Entonces, yo vi a tu fantasma.  –Pudiera ser.

Casilda decidió llevar el cuadro de su antepasada a su recámara.  Buscó el mejor sitio, donde la luz del día lo iluminara.  Había algo que la hechizaba.  Se sentaba frente a él y dejaba que su espíritu se fundiera en la tela, transportándola a otros tiempos y espacios.  Entonces era feliz, con el amor de Iván, quien iba pintando lentamente, cada detalle, alargando el tiempo de estar juntos y olvidar los impedimentos que se cruzaban entre ambos.  Cuando estaba por terminar el retrato y sólo faltaban unos pincelazos en el rostro, decidieron huir juntos.

¿Te has fijado, Genia que la señora está medio rara? Se pasa horas encerrada y cuando sale tiene una enorme sonrisa. ¿Pos qué hará?  Hasta parece que estuvo con su amante… pero, no hay por dónde entre.  Y cuando regresa el patrón de la chamba, se le apaga toda su alegría.  –Es que el viejo… pos está muy viejo pa’ella.  Se me hace que ya ni sopla, por eso duerme cada uno en su cuarto.  -¿Y la pobre seño con quién se consuela?  -Pos sola.

En el quinto aniversario de su boda, Armando llegó con un enorme ramo de flores.  Tenía planes para salir a festejar en grande, los dos solos.  –Ifigenia ¿dónde está la señora?  -En su cuarto, señor.  Armando tocó varias veces la puerta sin recibir respuesta.  -¿Tienes la llave de la puerta?  -Sólo la señora tiene llave ¿quiere que llame al cerrajero?  -No, yo la voy a tirar a patadas.  Y por más que trató no logró nada.  –Tráeme el hacha ¡muévete!   Armando estaba furioso, con la cara encendida y los miembros adoloridos por los golpes dados.  Una vez con el hacha en mano, fue más fácil. Y entró.  No había nadie.  La puerta estaba cerrada por dentro y las ventanas también. 

Los ojos de Armando se toparon con el cuadro de la parienta de Casilda.  Había algo raro.  Se acercó para observarlo.  El rostro estaba bien definido y se parecía tanto a…   
-¿Ese es el cuadro que decía, patrón?  Pos sí, ahora sí lo veo.

               < < < < < . . . . . > > > > > >      2012

domingo, 9 de diciembre de 2012

EL MUNDO DE ZAPAZ

Lentamente, en el ángulo que forman la pared y el techo, escurre una gota de agua, que baja silenciosa y constante.  En ninguna casa sus habitantes lo notan.  Sin embargo, empieza humedeciendo un poco el piso,  pero como hace calor todos los miembros de la familia que vive en cada casa se sienten contentos con el suelo ‘fresco’

Todos se han ido acostumbrando a la humedad, aunque ya se nota  un poco de agua sobre el piso.  El calor sigue, así que están muy a gusto.  Conforme el nivel del agua sube, también el largo de las faldas y los pantalones, hasta llegar a los shorts, después el traje de baño.   Van aprendiendo, poco a poco, a moverse dentro del agua, a zambullirse, a contener la respiración cada vez más tiempo, hasta que generación tras generación llegan a desarrollar unas branquias que les permiten vivir dentro de esas cajas llenas de agua, cuando el nivel ha alcanzado el techo. Ya nadie se acuerda cómo comenzó todo, ni por qué, pero por la costumbre y una conformidad forzada, ahora  todos los habitantes de ese mundo viven en una somnolencia disfrazada de satisfacción.

Un día, el hijo mayor de una de estas moldeabeles y modestas familias, que consta de los padres, dos hijas y dos hijos,  descubre una pequeña claraboya en el techo de su recámara, muy pegada a una esquina.  Por supuesto va a ver de qué se trata.  ¿Había estado ahí siempre? Con gusto se percata que el agua no pasa del techo, por lo que la parte cóncava de la claraboya está seca.  La abre hacia afuera y apenas le cabe la cabeza.  ¿Y qué es lo que ve?  ¡Todo está seco!  Hay calles, casas…. iguales a las que conoce dentro del agua.  Se queda ahí durante horas observando a las pocas personas que pasan y ¡respirando aire!

Durante varias semanas, y cuando no hay nadie en casa,  se dedica a raspar el borde del círculo que ocupaba la claraboya, la que logró  zafar con bastante trabajo, para después buscar la forma de disimular la entrada al otro lado.  Tenía grandes deseos de contarles a todos su descubrimiento, pero eso le traería enormes problemas.  En esta familia pensar en posibles alternativas es tabú, ellos gozan de muchas comodidades, aunque obtenidas con mucho esfuerzo, pero el sistema dice que hay que sufrir para obtener algo y así se disfrutará más el resultado.  Además, constantemente se les recuerda los muchos que están realmente mal, que lo mejor es no replicar contra nada y aceptar con una sonrisa lo que les toque.

Un buen día, Andrés logra salir por el agujero.  En cuanto está en la calle (o el techo de su recámara), siente un cambio, imperceptible, pero muy agradable.  Su poca ropa se seca de inmediato, el sol calienta su piel, oye los trinos de las aves en las ramas de frondosos árboles… y sobre todo, aquel aire tan maravilloso que le acaricia el rostro y huele a flores.  Se le pasan las horas embelesado viendo, oliendo, sintiendo, caminando.  Hasta que tropieza con algo… es la entrada a su mundo.  ¿Acaso se había quedado parado ahí todo el tiempo o en verdad había conocido otra forma de vida?  Sin pensarlo mucho entra a su cuarto y cierra con cuidado su puerta de escape.   Baja al comedor y se queda atónito cuando ve que todavía están desayunando.  <¿Te quedaste con hambre y vienes por más? Apúrate que vas a llegar tarde a la escuela.  >  Entonces… ¿las horas que estuvo del otro lado, sólo fueron minutos?  Cada vez comprende  menos.

Decidido a investigar más a fondo la situación, cuando ya todos están dormidos, se escabulle para tener toda la noche sin presiones. Lo primero que llama su atención es que hay luz de día, aunque no alcanza a ubicar el sol.  Camina varias calles y se encuentra frente a una entrada que dice  “Información a Recién Llegados”.  Entra de inmediato, en un mostrador hay dos señoritas.  <Tú eres recién llegado ¿verdad? Tienes toda la cara>  Andrés apenas atina a asentir con la cabeza.  <Siéntate en cualquier lugar y un guía vendrá por ti>.   Al poco rato un muchacho, un poco mayor que él, aparece y se presenta: <me llamo Frandereco y seré tu guía… puedes llamarme Fran.  Sígueme.>

Por un pasillo entran en una oficina y Fran le hace numerosas preguntas a Andrés sobre su vida, su ocupación y el por qué ha llegado ahí.  <Solamente descubrí un hueco de luz en el techo de mi recámara… la de toda la vida… y nunca había visto ese hoyo.>  <¿Será que no te gusta el tipo de vida que llevas y deseas, de todo corazón, cambiar… que anhelas otra manera de vivir?>  <Pero, por supuesto.  Ese sistema que nos rodea es enajenante.  Si tú supieras…>   <Por supuesto que lo sé, yo también salí de ahí.>  Andrés se queda asombrado <Yo hubiera pensado que naciste aquí>  <No,  son pocos los que han nacido aquí, la mayoría huimos de tu mundo… cuando el agua nos llega… al techo.  ¿No es verdad?>  Los dos ríen de buena gana, lo que ayuda a relajar la tensión de Andrés.

Después se encaminan al Salón de las Muestras, a través de un pasillo donde una cinta los transporta sin tener que caminar.  <Aquí te mostraré algunas de  nuestras ‘diversiones’.  Este aparato sirve para materializar algo que desees tener.  Lo imaginas, abres la puerta y ahí está.>  Fran no hizo caso de la cara de asombro de Andrés, y poniéndole una cinta alrededor de la cabeza,  <Ahora, piensa en algo.> Andrés está nerviosísimo, no sabe qué escoger, de las mil cosas que se le vienen a la cabeza.  <Ah, ya sé, un reloj… de oro… con la carátula de plata…los números de rubíes… y las manecillas… de oro también.  Quedó chido ¿no?>  Fran esperó unos momentos y con una sonrisa divertida, le dice <Bien, veamos.>  Abre la puerta y saca el reloj que Andrés ha creado, pero…  <Está precioso, justo cómo lo pensé.>  Al voltearlo se da cuenta que está hueco. <Qué pasó, no tiene maquinaria, no puede andar.>  Socarronamente, Fran le contesta < Será que no pensaste en la maquinaria.>  <Es que yo no sé nada de relojería.>  <Pues para crear algo necesitas conocer bien lo que deseas,  hasta la última pieza.>  <No, no, eso no es justo, porque si quiero un coche necesito saber mecánica, o si quiero una casa necesito saber construcción y si quiero comida…>  <Tendrás que saber cómo está formada cada verdura, cada cereal, cada fruta, cada árbol…>  <No, no, están locos ustedes, con razón son tan pocos.>  <Sí, somos pocos los que deseamos saber más y avanzar en un mundo diferente. Aquí nuestro entretenimiento es investigar para crear.  No tenemos foot-ball, ni concursos de belleza o de cine, ni carreras de autos o caballos, ni competencias por la notoriedad y el poder, y haciéndoles creer que ustedes eligen a sus héroes, a sus dirigentes… esos distractores de tu mundo son para tenerlos dormidos y ‘divertidos’, para que no piensen en lo que realmente les gustaría hacer con su vida.  Les han llenado la cabeza con basura, remarcando las bondades del sistema y adormeciéndolos con su canción de cuna “tú has votado por mí y yo te protejo”.  Ahora, es el momento de que, en verdad, tendrás que decidir qué quieres.>

Una vez de regreso en su recámara, Andrés pasa la noche pensando qué es lo que quiere hacer con su vida.  Sopesando las posibilidades que tiene en su mundo y las pocas, que hasta ahora, sabe del otro.  Pocas, pero muy atrayentes.  Y por lo pronto, decide seguir saliendo y preguntarle a  Fran lo más posible.

Así pasan las semanas, haciendo una o dos incursiones por semana en el otro mundo, para no alterar su vida y lo descubran sus padres.  En una ocasión Fran lo lleva a la Sala de Comunicaciones, donde hay grandes pantallas en las cuales se aprecian todas las instalaciones y con un simple toque, el edificio “se abre” y puede verse el interior con detalle:  muebles, gente, aparatos…. incluso, con otro toque se puede escuchar lo que hablan.  <¿Este es su centro de espionaje?>.  <Aunque no lo creas, Andrés esta facilidad se utiliza solamente cuando alguien está en problemas>.   <¿Aquí también tienen terroristas?>  <Por supuesto que no, pero una persona puede caerse y romperse un hueso…. entonces se le localiza, ya que aquí se enciende un foco rojo, y se le auxilia de inmediato.  Además aquí también se hacen los enlaces con otras ciudades>.   <Entonces… ¿éste no es el único lugar ‘adelantado’ en el planeta?>.  <Somos muchas pequeñas comunidades.  Mejor vamos a que conozcas algo que no creerás>.

El área de investigación es un conjunto de salas, de regular tamaño, en donde cada grupo de personas está enfrascado en probar y comprobar algún nuevo material o dispositivo.  <Mira este cable, Andrés, es tan resistente que puede sostenerse erguido un poco más allá de la atmósfera y se le instalará una plataforma para lanzar naves al espacio…> Fran ya no pudo continuar al ver la cara de Andrés, que toma un poco de aire antes de hablar. <Eso NO es posible, Fran, tú me quieres tomar el pelo>.  <Por supuesto que no.  Si quieres platica con los expertos, que te expliquen…. a ver si entiendes>.  Andrés se queda varias horas oyendo todos los detalles y aunque no entiende ni la décima parte, termina asombrado.

Por fin se había decidido.  Entraría de lleno en aquel mundo maravilloso.  Tenía ansias de saber y la biblioteca que Fran le mostró tenía toda la información que era posible obtener, para cualquier tema que necesitara.  Sí, estaba harto de ser borrego, sin aspirar más que a trabajar toda su vida, para ir sobreviviendo, rodeado de incongruencias, traiciones, miserias.  Sólo les dejó una carta de despedida a sus padres, sin decir a dónde se iba, ya que no lo comprenderían.  Al salir al otro mundo, para siempre, la claraboya desapareció.

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domingo, 2 de diciembre de 2012

MÁS VALE MALO POR ....

En un lujoso despacho, sentada frente a su escritorio,  Enriqueta Luján, veía varios folletos de cruceros que ofrecían viajes a diversas partes: las islas griegas, el Caribe, la Antártida, Alaska…   Su amiga Lucero Méndez entró ¿Qué te parecen los prospectos, ya te decidiste?  -Realmente no me seduce ninguno, unos por largos y otros por cortos.  –Lo que pasa es que tú crees que es súper aburrido ver siempre el mar, pero cuando tienes delante de ti tantos bellos ejemplares…. No te acuerdas del entorno.  -¿Y qué tal que nos agarra una tempestad?  -Pues te agarras de algún papucho uniformado para que te salve… además esos monstruos no se hunden. -¿Y cómo se hundió el Titanic?  -No te preocupes, esa ruta está cerrarada a los cruceros.  –Ojalá esté cerrado a los mexicanos… por eso quiero irme bien lejos.

Desde el DF, Keta voló a Vancouver para embarcarse en el Nordem, que venía por el Pacífico desde Alaska.  De bandera holandesa, así como la  tripulación de mando,  el personal de servicio eran filipinos,  y tanto unos como otros hablaban inglés y español a la perfección, pues llegaban hasta Panamá, donde cruzaban al Caribe, subiendo hasta la Florida.  El trayecto parecía inigualable. 

Cuando llegó Keta al embarcadero para registrar, se quedó asombrada ante el tamaño y belleza del coloso.  Mas el interior era todavía más impresionante – el mostrador de la recepción, escaleras,  pasamanos, muebles…  todo era de madera lustrosa finamente trabajada.  Daba  vueltas en redondo, con los ojos de plato, disfrutando  ¡cuánta elegancia!  El refinamiento y la pulcritud se notaban en todos los detalles alrededor.

La cabina que le asignaron la compartiría con una muchacha colombiana durante diez fascinantes días, en los cuales tendrían tiempo de contarse mil cosas de sus respectivos países.  La mayoría de los pasajeros eran parejas o familias con niños.  ¿Y los galanes, dónde están Lucero?  En cuanto a los oficiales no había ninguno antojable.  En cambio los filipinos  eran tan serviciales, que siempre se ofrecian para  “lo que usted guste”  –Quizá… en un momento de confusión, nunca se puede decir de esa agua no beberé.

Mira aquel que se está asoleando, qué te parece.  –Ay, no Cristi, tiene fachas de mexicano.  –¿Y qué pasa con ellos, les falta… algo?   - Les sobra machismo, sólo piensan en el acostón y les gusta que las mujeres sean unas tontas (que más bien se hacen y ellos lo saben) para inflar su ego creyéndose más fuertes, más inteligente, más productivos, más esto, más aquello.  – Bueno, pues te haces la bobita y¡ listo!    -No me gusta ese juego perverso en que tienes que fingir ser una bruta, ellos fingen que son muy Juan Camaney, cuando que en la cama la mujerdomina, obtiene lo que quiere… hasta información “top secret”.  ¿Lo puedes creer?  - Pero, Keta, si en todos lados es lo mismo – la famosa Mata Hari no era mexicana ¿o si?     -Es que no les importa nada, familia, hijos, trabajo… varias veces me corrieron porque al jefe no se le hizo conmigo.  El último fue un tipo con cara de aguililla;  me enteré cuando me dio mi liquidación el jefe de personal, que era muy cuate,  que cuando me contrataron ese ingeniero había dicho “páguele lo que pida, pero yo quiero esas piernas”.  –Caray, te lo hubieran dicho desde el principio.   –¡Se me revuelve el estómago!  No les importa que salga bien el trabajo, que ellos cumplan a tiempo,  que todo marche sobre ruedas…. Como no se les hizo, después de un añito se buscan otra que puede ser que ‘ora sí’.  Y parece que todos están cortados por la misma tijera.  –Quizá encuentres la excepción a la regla, porque siempre la hay.  Y de puro coraje, vámonos a la mesa de los pasteles.  –Pero, Cristi, si casi acabamos de desayunar.  –Comer es un placer genial, sensual…

Después de los pasteles, se sentaron en unos camastros en la terraza.  –Mira, ese guapazo nos está mirando.  Ya verás que se nos acerca.  –Pues ahí te quedas, yo me voy.  –Pero ¿a dónde vas?  -¡A la sala de máquinas!   El susodicho, un hombre con buena presencia, de unos 45 años, se acercó a Cristi, , lentamente para ser bien apreciado.  –Hola, buenos días, me llamo Aurelio González y soy de México ¿podríamos charlar un rato?

Más tarde Cristi le platicó a Keta lo simpático, educado, atento, guapo, culto y …lo apetecible que era Aurelio.  –Oh, cuántas maravillas, pero… es mexicano.  – Y dale con lo mismo, ya olvídate de nacionalidades.  –Imposible, cada país lo distingue su cultura social, que es la base de la educación infantil y, por lo mismo… ¡Ay, ya cállate! Mejor ponte guapa para cenar con dos galanazos.  –Seguro tu Aurelio y ¿quién más?   –Un argentino con quien ha hecho amistad.  -¿Un… argentino!!? Pero si son unos hígados; su ego es tan, tan grande que si se suben hasta arriba de él y se avientan quedan hechos una  vil tortilla en el suelo.  –Pues entonces se van a llevar muuuy bien ustedes dos.

Cuando atracaron en Los Ángeles bajaron muchos pasajeros y Enriqueta tenía la esperanza que entre aquella multitud de hormigas subiera  un griego, un escoses, un italiano… para conquistarlo y quitarse de encima al odioso che  Carlos.  Incluso ya le parecía más pasadero que el tal Aurelio, dedicado a parecer un caballero medieval con Cristina, y a veces también con ella.

¡No puede ser,  no puede ser, Cristi!  Todos los que subieron son ¡mexicanas y mexicanos.  ¡Esto es una maldición!  Son de una empresa multi-nivel  que cumple 25 años y premiaron a un montón de gente por sus ventas.  Y a mi, esa Moon Light me partió y me dejó  ‘dark’.

Para cuando llegaron a Cabo San Lucas, ya Keta se conocía todo el barco, admirando los arreglos florales que había por todos lados, siempre frescos. De curiosa indagó que en cada puerto que tocaban tierra, llegaba un avión cargado de provisiones y montones de flores.  Pero, lo máximo fue la Tarde del Té en el salón de baile, donde colocaron varias mesas en la pista formando una U, rematando dos cisnes de hielo en los extremos.  Había gran  variedad de pastelillos, tartaletas, pastas secas, flanes… y por supuesto, deliciosos tés.   Los ojos de los viajeros chisporroteaban  y sus bocas se llenaban de agua ante semejante despliegue de buen gusto.  Cristina quería comerse uno de cada uno, pero le fue imposible.  –Ya no puedo comer más, mejor nos llevamos algunos, así como hacen ellos ¿no?  Al voltear Keta vio a los convencionistas que se llevaban los platos rebosantes de panecillos y la boca llena.  –Soy mexicana, pero no muerta de hambre, ni naca como ellos.  –Bueno, a lo mejor es la primera vez que están en un lugar como éste.  –Para mí también es la primera vez, pero no me voy a llevar de “recuerdo”  los cubiertos, los ceniceros y hasta los sobresitos de azúcar… ¡eso es ser nacos!

La mañana que llegaron a Cabo San Lucas, Cristina había amanecido sintiéndose mal y sólo desayunó un jugo de naranja, que le sirvió de laxante.  No quiso arriesgarse a bajar y le ocurriera una emergencia.  – Quién te manda por glotona, ayer comiste cinco veces y luego arremetiste  con todos los pastelillos posibles.   –No sé cómo puedes ver tantas delicias suculentas y no probarlas.  –Precisamente porque no quiero enfermarme…. Y tener que quedarme encerrada y sola, mientras los demás se divierten.  –Carlos se quedará a cuidarme….   –Ah, bueno, entonces me voy muuuuy tranquila.

Así que Keta bajó sola.  Al llegar a la zona de souveniers, encontró a dos paisanas agarradas del chongo por una figura tallada en madera y que era la última.  Keta se sentía mortificada, como se dice “con pena ajena” por aquel espectáculo.  Aurelio iba llegando cuando la vio entre los mirones del pleito y se acercó a ella.  –Hola, vamos a tomar la próxima lancha que va al arco de la punta, con las focas, leones marinos y pelícanos;  lástima  que no es temporada de ballenas… ¿me estás oyendo?   Keta dio un pequeño respingo al ver a Aurelio, junto a ella, sonriendo.  –Hola ¿dónde andabas?   -Creo que abajo del suelo, nomás de ver el show de nuestros compatriotas.   –Velo como un espectáculo de circo… es falta de calidad humana y se da en todas partes.  Anda, olvídalo y vamos a disfrutar del mar.   Enriqueta lo miró con atención y descubrió a otra persona;  sacándolo del casillero donde lo tenía. 

Cuando regresaron al barco, encontraron a la convaleciente y su enfermero muy acaramelados. –Pues ya ves, amiga, Carlos y yo nos simpatizamos… ¿no te importa?   -Para nada, por más que trato no digiero a los ‘ches’.   –En cambio a mí Carlos me parece tan delicioso… listo para comérselo.   – Ten cuidado, Cristi, está grandote y te podrías empachar.  –Ayyy, no importa.

La última noche en altamar habría fiesta.  Era la Noche del Capitán.  La mayoría de las damas iban de vestido largo y los caballeros con traje de etiqueta.  Aurelio fue al camarote de Keta, que al abrir la puerta se encontró con una gardenia y una amplia sonrisa.  Se le nublaron los ojos.  -¿Lista para bailar toda la noche?  -Por supuesto, sólo me pongo esta hermosa flor en el hombro.  Aurelio no era guapo, pero tenía un “algo” que con el trascurso de los días, Keta había ido descubriendo.  En el mismo salón de la inolvidable Tarde del Té, se montó un pequeño foro donde la tripulación hizo gala de sus dotes histriónicas.  La cena fue estupenda y el capitán brindó con cada uno de los pasajeros.  La música en vivo hizo las delicias de muchos durante horas y horas.  ¿Y los nacos?  Ni los vieron.

Al siguiente día llegaron a Acapulco.  Desde temprano las maletas habían sido recogidas de las puertas de los camarotes, con cintas de diferentes colores que indicaban si los turistas se quedarían en el puerto, si irían al aeropuerto o a la terminal de autobuses.  La organización y puntualidad en todos los eventos eran la admiración de Enriqueta, que disfrutaba del orden en su vida diaria.  Así que tenían todo el día libre, ya que el último viaje de la lancha a la garita aduanal sería a las 7pm.  Los cuatro compañeros de viaje desayunaron en el comedor principal, luego fueron al cine, tomaron café  junto a la alberca, comieron todas las cosas que se les antojaron y se fueron a platicar al solárium en popa.

Poco antes de las siete, les avisaron que el último bote a tierra partía en cinco minutos y además la aduana cerraba y se quedarían sin equipaje.  No había de otra, lo que empieza, acaba y el final había llegado.  Después de recoger sus maletas, intercambiaron teléfonos y correos electrónicos.  Aurelio se ofreció a llevar a Keta a su hotel  en la costera Miguel Alemán.  Él se hospedaba hasta el Princess.  Frente al hotel, en el camellón, había un gran anuncio que decía:  CONSUMA LO QUE EL PAÍS PRODUCE.   Aurelio al verlo se sonrió.  –Me comentó Cristi que tenías la intención de conquistar algún extranjero… pero me conquistaste a mí  ¿Yqué opinas de eso?   Enriqueta volteó a ver hacia donde señalaba Aurelio.   –¡¡Pues que tienen toda la razón!!  

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