domingo, 29 de enero de 2012

ANHELO DE VIDA

¡ Libre... libre!,  parece un sueño.  Aunque no tengo  idea de en dónde me encuentro.  Sigue la vía del tren, por ahí derecho y llegarás a un pueblo, me dijeron.  Alrededor, todo parece abandonado, no se oyen voces, ni ladridos: todo es silencio.  ¿Qué tan cerca estaré de la base?  Las casas no tienen puertas ni ventanas, que ¿se cayeron de viejas o las arrancaron?  ¿Habrán corrido a toda la gente del pueblo los militares?  No me queda más que caminar por los durmientes y seguir las vías hasta... ¿encontraré algún pueblo?

Quisiera que estos escombros pudieran contarme lo que aquí ocurrió.  Pero, por estos lugares creo que ni el aire tiene permiso de decir nada de lo que escucha.  Parece que ya estoy alucinando.... Lo  cual sería muy natural después de haber visto tantas cosas inverosímiles durante ocho... diez... ¿cuántos años fueron?  ¿Lograré llegar hasta MI casa?  ¿Encontraré vivos a mis padres?  Oh Dios, después de tanto dolor, de tantos horrores... a veces ya no estoy seguro ni de cómo me llamo... Fernando?  Sí, me parece recordar al Prof. E. Teller, que me dijo al  terminar la universidad:  anda Fernando, envía tu curriculum a RANGE.  Un joven brillante como tú tiene ahí un porvenir lleno de oportunidades.

Durante mucho tiempo me sostuvo el deseo de salir de aquel lugar para buscar a mi insigne profesor y cobrarme con su vida toda la ignominia que sufrí, pero después de varios años comprobé que el profesor era ajeno a toda esta mescolanza de ambición y maldad.     Ahí, donde a todos nos volvían locos,  pues después de visitar una nave, a base de golpes me repetían que eso no existía, que sólo era mi imaginación. ¿Entonces, por qué me golpeaban?  ¿Toqué aquellas superficies, caminé por el interior y me senté frente a los paneles en esos asientos diminutos, como para niños?  ¿Por qué, entonces, había en los hangares grandes carteles con fotos de naves extrañas, con la leyenda “ellos están aquí”?

Ahora recuerdo cuando llegué con otros más, en un camión con los vidrios pintados de negro.  Nos bajaron  en medio del desierto de Nevada.  No se veía más que dunas y montes.  ¡La cara de susto que teníamos!  Y en uno de esos “montes” se abrió una gran puerta.  Al entrar, frente a mis ojos, ¡una enorme nave aerodinámica!   No sabía para qué me habían  contratado,  aún después de innumerables exámenes que presenté durante varios días.  No importa lo que digan, todavía oigo el ruido de la puerta que se cerró a mis espaldas, un golpe seco y hueco, que me sacó de la perplejidad.  Van a trabajar en un proyecto de propulsión avanzada, nos dijeron y entonces comprendí de qué clase de propulsión hablaban,  y qué tan avanzada era: cientos de años para el conocimiento terrestre.

Mi oficina llena de papeles, de mapas, de archivos, tres personas más, tímidas o temerosas de hablar.    Poco a poco fui conociendo el entramado sistema de seguridad, más sofisticado que la mejor prisión de alta seguridad.  Tengo que recordar cada detalle, no quiero que se me olvide nada.  Esa impotencia de estar aislado, sin contacto con el mundo exterior.  Pero no te aflijas mamá, si sólo me voy a Nevada, no me voy a Marte. Allá hay teléfonos y estaremos en contacto, este empleo significa mucho para mi carrera.  Cuando exigí  respuestas por ese trato, empezaron los castigos y, como seguía pidiendo, reclamando, suplicando, amenazando... éstos fueron en aumento hasta callarme la boca. Otra vez las punzadas en los ojos, dijeron que ya no volverían.  ¿Qué les habrán dicho a mis padres?  ¿Qué explicación les dieron por no recibir ni una carta mía?  ¡Cuánto deseaba escapar!  pero por todos lados había cámaras y micrófonos. 

Algo recuerdo de un científico desaparecido... sí, yo era su reemplazo.   ¿Cómo era posible que alguien se esfumara?  ¿Y si a mí me pasara lo mismo?  ¡Tenía que buscar pruebas, por supuesto!  Si no me hubiera enterado de tantas cosas, quizá... Me fui ganando la confianza de mis compañeros y me bromeaban sobre que yo también desaparecería (cómo me iba a imaginar entonces, lo cierto que estaban).  Nadie estaba seguro de lo que en realidad pasó y el ir uniendo los hilos me llevó bastante tiempo, hasta que llegué a la certeza de un encuentro del tercer tipo, con seres inteligentes de otras dimensiones.
   
 Había datos de una reunión en descubierto, sobre el lecho de un lago seco  a varios kilómetros de la base.  Creo que estaba cerca de una reserva india,  o ¿eso era otro asunto?   Sí, sí... uno de los militares  se acercó mucho al vehículo de los  visitantes y como si fuera una alambrada de alto voltaje, salieron centellas para todos lados, fulminando a varios.  Estos dolores de cabeza no me dejan pensar con claridad. Debe ser el resultado de los electroshocks para revolverme todo lo que sabía o las hipnosis con las que nos convencían  de que nada era cierto, sólo producto de las películas de ciencia-ficción que proyectaban constantemente. 

Por andar siempre queriendo averiguar más, un día escuché una conversación que me dejó helado:
- El Dr. Fernando Lazar ha metido las narices en demasiadas cosas, por lo que se le ha dado “tratamiento especial”, lo cual ha afectado su trabajo. Será mejor que lo reemplacemos.  Informen a la corporación que busquen un substituto. 
- ¿Y qué va a suceder con él? 
- Lo de siempre, se desvanece en el aire; de hecho, ya hace 10 años que lo hizo.        
¿Y  por qué no darle la opción de sacarlo “silenciosamente”? 
- A ti te cae bien el muchacho, ¿verdad?,  has trabajado demasiado con él.
- Cuál muchacho si está más viejo que yo y no tiene ningún porvenir.
- Bien, llámenlo y que él decida.

A pesar de todas sus condiciones, escogí la vida.  Escogí el reto de regresar al mundo y denunciar lo que ocurre en ese lugar, que ni siquiera sé exactamente en dónde está.  Mientras planeo mi futuro, voy caminando sobre estos durmientes que adivino con los pies, porque me quitaron los ojos y no puedo ayudarme con un palo porque tampoco tengo manos.  Este aire que me revuelve el cabello me alienta a continuar y esta rabia largamente reprimida me dará la fuerza para aprender a escribir, como muchos han aprendido a pintar con los pies.     Siento que mis padres están vivos, que jamás aceptaron las explicaciones que les hayan dado, y me ayudarán.  Estos meses de recuperación tras las operaciones, me han ayudado a recobrar la energía y, sobre todo, la esperanza de salir, de buscar a los míos!  Sé que necesitaré tiempo para aclarar los recuerdos, tiempo para ordenarlos y lanzarlos al mundo – aunque quizá  nadie me crea.  Sólo necesito  llegar a ese pueblo, necesito encontrarlo... si es que no aparece de pronto un tren que me haga pedazos.
  
                    < < < < < - - - - - > > > > >                           2003

domingo, 22 de enero de 2012

COMO TÚ Y YO

Una vez más, como tantas otras, sentadas una frente a la otra, en silencio, cada cual engullendo la comida y masticando sus pensamientos, en dos mundos distintos y diametralmente diferentes.  La mayor, con la cabeza blanca, la espalda encorvada por el paso de los años y una tristeza permanente en su rostro.  La otra, que ya en su cabeza brillan las canas, deseosa de no llegar a vieja, en una lucha constante por conservarse y seguir siendo joven.  Cualquiera que pudiera obsevarlas durante las comidas rituales, siempre ensimismadas y ausentes, no sabría si son hermanas, madre e hija o simplemente amigas.  Pero podría ver a dos seres compartiendo su frustración y su amargura, así como hay tantas parejas, así como tú y yo.

Claudia, la mayor tiene siempre a su lado un hermoso perrito a quien prodiga todo el amor y toda clase de atenciones.  En su mundo sólo existen ella y su mascota.  Es feliz jugando con 'Estopa', a quien llama hijo, para compensar la enorme falta que le hace el verdadero.  Mas cuando el pequeño enferma, Claudia pierde el sentido de la razón y un fuerte deseo autodestructivo, que siempre ha existido en ella, la empuja a enfrascarse en esa pena hasta la desesperación, que casi roza la agonía.  En esos momentos, más que nunca, todo a su alrededor desaparece y sólo importa su dolor, la enorme pena que la consume. Durante esos lapsos la cortina que existe entre las dos mujeres se hace más espesa, más lúgubre, impenetrable.

Mientras tanto, Aurora se refugia en su interior - sus sueños o sus pesadillas.  Platica constantemente consigo misma, En la calle no ve a nadie ni le importa nadie. En su mundo imaginario sólo existe ella y los personajes que intervienen en sus discusiones, peleas, pláticas, juegos, romances....Los vive y los llora aunque sean momentos irreales que se encadenan unos a otros durante el día, tan irreales como los diálogos y las situaciones en que se desenvuelven, pero tan irreal como su vida cuajada de ensoñación y soledad.

Desde la adolescencia, Aurora se percató de la soledad en que viven todos, en lo inútil de querer comprender o ser comprendido, porque nunca, nadie, podrá sentir lo que al otro le pasa.  Poco a poco, fue creando su propio mundo, ocultando sus penas y tratando de dar lo mejor, buscando el afecto de los demás para compensar el desamor de sus padres.  En la madre con quien vivía, buscarlo era inútil, por lo que trató de ganarse el cariño del padre, quien las había abandonado.  Mucho buscó ese acercamiento, sin conseguirlo, ya que quien pretende dar algo para obtener un algo, saldrá defraudado.  Con las manos y el alma vacías regresába de sus muchos intentos en los años que procuró la relación, hasta que decidió enterrarlo en su corazón y se olvidó de insistir en regar una planta con raices secas.

Sentadas, una frente a la otra, sin cruzar palabra las más de las veces, conviven a ratos cortos, ya que fácilmente se levantan discusiones por nimiedades.  Por las mañanas, casi siempre, Claudia se despierta malhumorada debido a las reumas o a sus eternas pesadillas o simplemente por su constante depresión que la hace apasionadamente negativa, hasta el grado en que ella misma confiesa "si no sufro siento que no estoy viva".  En muchos aspectos se nota que en verdad busca el sufrimiento, urgando la nostalgia por todo aquello que pasó, pero que en su momento tampoco supo disfrutar.  Lamenta su existencia exigiendo lo que no tiene y despreciando lo que recibe. 

Pero Aurora ¿por qué sigue a su lado, por qué no se va?  ¿Qué es lo que realmente la ata a esa situación? ¿Acaso el cariño por su madre es tan grande que la ayuda a sobrellevar esa deprimente situación?  No, ya no, el inmenso amor que tenía por ella se fue degradando con el tiempo, la indiferencia y los resentimientos.  Ahora no queda más que un instinto protector y de humanismo hacia la anciana.  ¿Será verdad? o es que en realidad sigue necesitando su presencia, su cariño, ya que no supo o no pudo reemplazarlo con otro.  La inseguridad y el desamor la hicieron alejarse de la gente y su 'amor' siempre supeditado a convencionalismos.  Nadie podía entender, ni siquiera ella misma, lo deseosa que estaba de cariño y lo mucho que luchaba por salvarse, aparentando lo contrario, pero a cada desaire, a cada ilusión fallida, a cada promesa incumplida, se veía sensiblemente afectada, enconchándose cada vez más, muriendo la esperanza de encontrar a la persona que redimiera su confianza en la capacidad del amor humano.

Por ello, también se reugía en el cariño de una mascota, único punto en común que existe entre las dos.  A ese pequeño ser le puede confiar y dar su cariño libremente, ya que jamás la recriminará, jamás la humillará.  Sólo ellos saben entregar su cariño sincero sin condiciones, aunque reciban tan poco, las más de las veces. 

Curiosa pareja, las dos necesitando desesperadamente amor, rechazándose siempre, aislándose en sus penas o desilusiones, ocultando sus pesares en un silencio más doloroso que cualquier disputa - reflejo de la indiferencia a la que han llegado.  Sin embargo, en lo profundo de cada una , hay amor por la otra, afecto, preocupación, pero han perdido el sendero de la comunicación.  Así que, toda palabra o actitud resulta molesta, mal interpretada, hiriente o abiertamente humillante.  Y a pesar de todo, siguen juntas.  Aurora, cuando era más joven, trató varias veces de liberarse, de huir, pero Claudia siempre supo disuadirla y ella, aunque era consciente del chantaje, cedió una y otra vez, hasta que dejó de intentarlo, tratando de recomenzar y olvidar, pero ¡qué difícil es olvidar para una mujer!  Siempre queda el resabio de las palabras pronunciadas con rabia, desprecio, rechazo y rencor.  Por eso, nada ni nadie puede borrarlas y el sólo recuerdo hará sangrar la herida siempre.

Pero Aurora ¿por qué cede y vuelve a ceder?  Quizá se ha resignado a esa situación, como a tantas otras que la vida impone y contra las que no se puede hacer nada?  ¿Será para domar su carácter rebelde y agresivo, siempre inmiscuyéndose en problemas por las 'causas justas' propias y ajenas, desahogando de esa forma su inconformidad, su eterno doblegarse para salvar una situación dolorosamente repetitiva, esa rabia nacida de la diaria lucha ente el deseo de huir y el terrible sentido de responsabilidad.  Aunque, ella también le teme a la soledad, pues sabe que por lógica le quedan más años por delante y pasará una vejez solitaria.  Pero ni así acepta buscar una compañía, no desea seguirse doblegando toda la vida ante nadie, ni cree en el 'gran amor'.  Será por eso que trata de mantener los lazos con quien le ha demostrado su amor, aunque en contadas ocasiones y su desamor en muchas.  Por ello se ha ido preparando para el inevitable momento de la separación, aunque en el fondo le asusta, y por ello endulza, en lo posible, los pocos momentos en que las relaciones están tranquilas.

Así ha transcurrido la mayor parte de sus vidas y no hay mucho que esperar.  Sólo la muerte de alguna, o quizá ni eso, podrá romper el lazo invisible, pero poderoso, que las une.  Cada una soñando y esperando la mágica solución:  Claudia, tener mucho más que una hija abnegada y sumisa:  Aurora, tener el valor suficiente para emprender su propia vida.   Así pasan su existencia, esperando que algo las empuje hacia la salida que no se atreven a encontrar.

Mientras tanto, los días pasan uno a uno y ellas, una frente a la otra, en su silencio, en su mundo, en sus penas o en sus sueños, continúan cada una sin cruzar palabra, engullendo la comida y masticando sus pensamientos.

                   < < < < < - - - - - > > > > >                        1987

domingo, 15 de enero de 2012

EL REMERO

Al despertar sintió el calor del sol, se estiró, se restregó la cara y abrió los ojos, desafocados todavía, como todos los días antes de saltar de la cama.  ¿Saltar?  Volteó alrededor para constatar que no estaba en su cuarto.  Por techo tenía un frondoso árbol que lo cubría y como las paredes habían desaparecido, podia ver todo la belleza exhuberante que lo rodeaba.  Un campo enorme de hierba salpicado de miles de flores silvestres.   De momento creyó que soñaba, pero poco a poco fue recordando el por qué se encontraba ahí.  ¿Había sido un sueño todo lo anterior o es que ahora estaba en un sueño?  La tristeza lo fue invadiendo hasta convertirse en miedo, para dar paso a la desesperación.  ¿Habría tomado la decisión correcta?  ¿Podría superar los pequeños obstáculos.... y los grandes?  ¿Tendría el coraje suficiente para levantarse una y otra vez, después de haber caido?  Él que siempre fue tan tímido, que siempre tuvo miedo de vivir... ¿podría?

Alfonso empezó a recordar su casa, sus padres, sus amigos... aquella despedida que le habían dado, tan conmovedora, tan llena de sincero afecto, que le había hecho saltar algunas lagrimitas.  Lo mejor para ti, hermano. Todo te será fácil, ya verás.  Vas a ser muy feliz.  Qúién fuera tú para irse a conocer el mundo.  Ahora sí vas a encontrar las respuestas que andabas buscando.  Adiós, hermano tú decides tu futuro.   Cuántos buenos deseos, pero qué tristes son las despedidas y cuántos los caminos que esperan ser recorridos.  Así partió, aunque dentro de su corazón Alfonso sentía miedo de ser él, de empezar y de buscarse a sí mismo, para bien o para mal.  Era una decisión que había tomado y no daría marcha atrás.

Se levantó de un salto, sacudiéndose el pasto pegado en la ropa y también los recuerdos, cual si fuesen hormigas que se le habían subido a molestarlo.  Empezó a caminar, tarareando una melodía, ya que le gustaba cantar y componía versos de cualquier detalle, acomodándoles la tonada que se le venía a la cabeza.   Siempre estaba tarareando, pero su canto y sus versos eran tristes, llenos de amargura.  Su corazón cantaba a las injusticias humanas o divinas, a la indiferencia de la gente, al hambre y a otras dolencias del mundo. 

Al poco rato de caminar, encontró a una campesina que llevaba al brazo un canasto con comida para los sembradores que trabajaban arriba, en el monte.  Siendo una linda moza y sintiendo las punzadas del hambre, Alfonso se acomidió a cargarle la canasta.  Sin desaprovechar la oportunidad para congraciarse, empezó a cantarle lo mejor que pudo, versos sobre una bella muchacha de lindos ojos y rizada cabellera, cuyo novio se hallaba lejos, pero su tendencia triste lo llevó a matar al novio que había partido a la guerra para salvar su patria.  La muchacha se puso a llorar y a maldecirlo por augurarle semejante futuro.  Aventándole un pedazo de pan, se echó a correr al tiempo que le gritaba 'ave de mal agüero,vete muy lejos'.  Alfonso se quedó más triste, sabiendo que la chica tenía razón, pues nadie quiere a la gente pesimista.

Continuó su camino y más adelante, al pie de una bella colina, encontró a un pastor.  La vista era hermosa y él se sentía cansado por la caminata, así que se detuvo a descansar y a platicar con aquel buen hombre, quien de inmediato le ofreció agua y comida, que aunque era muy poca la compartió gustoso con el recién llegado.  Alfonso con el deseo de agradecer en alguna forma al buen pastor, le platicó del don que tenía para componer canciones sobre cualquier tema, a lo que el pastor le pidió que cantara algo sobre sus queridas ovejitas.  Alfonso comenzó alabando la inocencia de aquellas pequñas criaturas, sus dotes y los servicios que dan al hombre, la hermosa nube que semeja el rebaño en la pradera... pero se fue desviando hacia su vulnerbvilidad ante animales más fuertes y terminó con un cuadro sangriento de los lobos atacándolas.  El pobre pastor, horrorizado ante aquel cuadro que Alfonso le describía, levantó su cayado y le propino tremenda golpiza para que se fuera a otra parte con sus cantos perniciosos.

Un poco adolorido prosiguió su viaje, no sin recriminarse por la falta de tacto. ¿´Cómo podría hacer nuevos amigos,si no controlaba su tristeza?  Así, sumido en sus pensamientos ybuenos propósitos, llegó hasta un río, ancho y caudaloso, manso y majestuosamente verde esmeralda, imposible de cruzar a nado.  En la orilla vió una barca de regular tamaño y en la proa, un hombre que distraido miraba a la lejanía.  Se acercó para pedir que lo llevara al otro lado.  Al voltear el hombre y cruzarse sus miradas, Alfonso sintió un extraño escalofrío que le recorrió toda la espalda.  Era un hombre de mediana estatura, con profundas arrugas en el rostro, el  pelo cano, de movimientos lentos y aunque no había nada especial en él, podía sentir 'algo' que lo atraía y rechazaba, al mismo tiempo.

El remero accedió y en cuanto Alfonso subió a la barca, empezó la travesía.  La corriente del río, iba desviando el rumbo, silenciosamente, aunque no había ninguno específico.  Sin darse cuenta el muchacho empezó a canturrear acerca de las profundidades del río: sus obscuras entrañas, los peligros ocultos en la corriente y veinte cosas más sque se le venían a la cabeza. El remero en silencio le escuchó, sin hacerse presente en ningún momento.  Una vez que Alfonso terminó, el remero empezó suavemente, a cantar también sobre el río:  la frescura de sus aguas, la vida que da a la naturaleza, la belleza de sus tranformaciones - ahora agua, después  nube, llubia o granizo, para volver a ser río - en un ciclo interminable y grandioso.  Incluso le hizo probar el sinsaboro líquido.  Su canto era límpido y bella su voz, la dulzura de la melodía lo atraía.  No podía evitar, Alfonso sentirse hechizado por aquel personaje enigmático y extraño.  Al finalizar, Alfonso le expresó su admiración y dentro de su corazón, calladamente, deseó llegar a encontrar la armonía interna que exhalaba aquel viejo solitario.

Leyendo el secreto deseo de Alfonso, en sus ojos, el remero lo animó a que siguiera cantando, de cualquier cosa que le viniera a la mente y a la boca.  Alfonso empezó tímidamente a cantar sobre el terruñó, siguió con su novia, sus padres, la mañana que partió, sus amigos... y fue sacando, pocoa poco, todo lo que oprimía su corazón.  El remero a cada canto amargo de Alfonso, respondía con otro lleno de alegría y optimismo.

Entre canto y canto perdieron la noción del tiempo, la noche había llegado.  El remero sacó y prendió su linterna para colocarla en la punta de una garrocha atorada en la popa, a fin de alumbrar el camino.  Al prender el farol la cara del remero se iluminó y Alfonso se percató, por segunda vez, de la atracción que ejercía aquel hombre y de la belleza de su rostro, que reflejaba la tranquilidad y armonía de su espíritu.  Al sentirse observado, el remero volteó e invitó al muchacho a que tomara el timón..  Alfonso se sintió encantado.  Poco a poco se fue tranquilizando y el miedo a la noche o a los múltiples peligros, fue desapareciendo.  Los aromas de la naturaleza los iba percibiendo con mayor intensidad y el profundo silencio de la noche, sólo interrumpido por los habitantes de aquellos parajes, lo iba embriagndo, lento, lento, hasta el éxtasis. 

Al buscar al remero para comentarle sus sensaciones, no lo encontró.  ¡Estaba solo en la barca!   No sabía si estaba sorprendido o atemorizado.  Sus ojos descubrieron al borde DE la barca, un hermoso pájaro de mil colores, que al cruzarse sus miradas, levantó el vuelo, dejando oir un canto dulce y armonioso - un canto que ya antes había escuchado.  Nuevamente, un escalofrío recorrió su espalda.  Por instinto, tomó la garrocha con la linterna, se asomó al agua con la luz alumbrándole.  Tras un  instante apareció el mismo rostro dulce y sereno del remero, con la misma mirada imperturbable del que todo lo tiene.

Tras la popa de la barca se fue formando, paulatinamente, una espesa niebla, engullendo todo el pasado, dejándolo en el olvido.  Ahora, sólo existía el remero con su linterna iluminando el río, guiando su barca hacia el nuevo día y llenando el silencio - y las almas de todos los seres que lo escuchaban - con su dulce canto ,lleno de alabanzas a la vida y al amor.

                      < < < < < - - - - - > > > > >           1986

miércoles, 11 de enero de 2012

LA DEVA DE LAS AVES

Érase que se era un extraño lugar, único ocupante del planeta central en la Galaxia Xión.  En él viven, por supuesto, criaturas especiales dedicadas a la creación de nuevos seres, los cuales envían a otras galaxias en cápsulas especiales y por conductos también especiales.  Estas existencias llamadas Devas (donde Dios Encuentra Verdadero Amor) se dedican a manifestar los deseos del Creador.  Cada una de ellas sueña, planea, diseña y crea especies bellas y útiles para el Universo entero.

En lo alto de los montes, en las lomas y en los valles, están diseminadas las residencias de cada una de ellas, rodeadas de hermosos jardines amorosamente cuidados por manos sabias que han aprendido a amar la naturaleza entera y a quienes ésta les prodiga sus flores y sus frutos en abundancia.  También hay bosquecillos, cañadas y riachuelos por doquier, conjugados todos en tan perfecta armonía que parecería un cuento de hadas.  Se pueden ver casas de piedra, de paja, de madera, de adobe, chalets de rocas y maderas preciosas o palacios de mármol.  Cada una de las entidades ha escogido y diseñado su propia morada, sin importar lo externo, ellas viven contentas y felices.

Por un sendero se llega a un palacio de alabastro, jade y amatistas.  Al frente y a los lados de una amplia escalera hay plúmbagos, llamaradas y madreselvas, cuyos aromas se entremzclan perfumando gratamente la entrada al recinto.  Al final de la escalinata está la puerta principal, siempre entre abierta, con motivos de aves exóticas y raras en los cristales que la forman, anunciando a la ocupación de quien la habita. 

En el interior, el vestíbulo en forma de semicírculo tiene piso de alabastro, con tres puertas cerradas de jade, a la izquierda.  Hay una escalera, a la derecha, que conduce al piso superior y tiene como escalones lajas de amatista, mágicamente suspendidas en el aire, que transforman los rayos de luz provenientes del gran ventanal,  a todo lo ancho y largo de la escalera, en luces lilas, violetas y moradas, que al reflejarse en el piso y en combinación con aquellos que llegan translúcidos, se crea un ambiente violáceo en todo el recinto, por lo que todo lo que por ahí atraviesa se transmuta.

La escalera se estrecha hacia un torreón bastante elevado, donde se encuentra la Deva sumergida en sus tareas:  lograr cada vez mejores y más bellas criaturas aladas.  En el pequeño cuarto, impecable y resplandeciente, de una tenue luz color miel, se halla la Deva de los pájaros, sentada ante una mesa blanca de níveo mármol, sobre la que dibuja su nueva creación con un pincel que va unido por delgado hilo al centro de su pecho.  El cuerpo de la artista está cubierto de fino plumaje de colores brillantes:  la cabeza es de ave, mas la cara la conforman grandes ojos soñadores y una boca pequña y delgada que esboza una constante sonrisa  de satisfacción.  Sus alas de plumas sedosas y largas tienen en la punta delgados dedos que manejan hábilmente el pincel de trabajo y sus piernas terminan en desnudos y huesudos pies.

En el lado derecho de la mesa hay una charola con colores y tintas a donde el arcoiris, que penetra por una de las tres ventanas, viene a descansar.  En el muro de atrás se halla una ventana ojival por donde sale un tubo que va hacia el exterior y que termina en forma de embudo, a fin de recoger el polvo de las estrellas, el que entra por el tubo y va a dar a una olla transparente con agua hirviente.  De ahí sigue por otro tubo más delgado que va a depositar,  pequeñas cantidades en una charola, una substancia blanca y diamantina, en la que la Hacedora moja los pinceles, coloréndolos con sólo pasarlos por los tonos deseados del arcoiris - rojos, amarillos, verdes, azules... Pinta aquí y allá, hasta terminar la criatura soñada por su mente.

Pero antes de poner los colores al plumaje, diseña el interior, su funcionamiento, su programa de acción y de razón.  Una vez hecho esto, la Deva toma una profunda inspiración elevando su espíritu en busca de la aprobación del Gran Todo e imprime un beso sobre su obra.

Una vez terminado todo y habiendo quedado satisfecha, toma un cristal especial que coloca bajo la luz de la Estrella Sol, cuyo rayo se multiplica al traspasarlo y al tocar el ave pintada le transmite la vida.  De inmediato levanta el vuelo, dando tres vueltas alrededor de la cabeza de su Creadora para posarse en su hombro y muy cerca de su oído, como en un susurro, eleva un juramento.  Después sale por la ventana hexagonal , contigua a aquella por donde entro el rayo vivificador, para gozar en el exterior la plenitud de su existencia, mientras espera ser enviada a su destino final y alegrar con su canto y su presencia la vida universal.

Pero resulta que en lado opuesto de donde vivien las Devas, existen otros seres especiales, que habitan en cuevas y cavernas y se comunican por pasajes internos, habiéndo oradado grandes espacios para congregarse.  Ellos no se ocupan siguiera en construir su propia morada en el exterior, pues se esconden de la luz, ya que ésta les lastima.  Los Delos (donde Dios Encontró La Oscuridad) son criaturas pardas y deformes, viven en grupos compartiendo sus odios y miserias.  Sin embargo, también tienen la capacidad de crear, pero sus manifestaciones son como ellos, grotescas.  Del lodo de los pantanos cercanos y con ramas secas logran formar esqueletos que cubren con lodo, sin preocuparse mayormente si funcionarán, sólo los van amontonando en el exterior de las cuevas para que la luz del relámpago les dé vida.  Mas cuando la lluvia precede al trueno, los monigotes se desbaratan, volviendo a ser sólo barro.  Sin embargo, la comunidad es muy numerosa, ya que las tormentas se suceden unas a otras, provocando podredumbre.

Todos ellos son pequeños monstruos, mal formados y deformes, de diferentes alturas y formas.  Los hay que parecen medio reptil con cabeza de ave, otros son flacos como ramas de árbol, los hay también semi humanos con miembros colgantes y largas cabelleras. Cuando viene la época de creación toman ejemplo de lo que ven alrededor - todo es horripilante.  Su característica principal es que no piensan mucho y los que tienen una poca de inteligencia dominan a grupos pequeños o grandes, según su capacidad, a través de maleficios, apariciones o pócimas (todo ello lo saben manejar muy bien y los secretos se los transmiten unos a otros oralmente).  Con lo que dominan a sus víctimas quitándoles la voluntad para que les sirvan de vasallos, creando más miedo en toda la congregación, que queda totalmente subyugada.

A pesar de ese dominio y sumisión aparente, en la mayoría reina el descontento, por eso de vez en cuando, se reunen pequeños grupos que logran superar el tremendo pavor y escapan a explorar más allá de sus fronteras - y que nunca regresan.  De esto, los que comandan los grupos, se sirven para atemorizar aún más al resto de aquellos miserables seres.  Y así quedan convencidos que no hay nada mejor que lo conocido.

Los que lograron reunir el coraje suficiente para franquear las barreras invisibles, arriesgando el todo por el todo, llegan al país de las Devas.  En donde encuentran su verdadero plano de existencia, jamás imaginado, descubriendo poco a poco sus capacidades nobles.  Llenos de esperanza, se convierten en los cuidadores amorosos de esos lugares espléndidos y aprendiendo todo lo que por naturaleza les pertenecía y nunca soñaron pudiera existir.

Así, el país de las Devas y el de los Delos continuarán inexorables su existencia por los siglos de los siglos, en ese planeta central de la Galaxia Xión.

                    < < < < < - - - - - > > > > >             1990

domingo, 1 de enero de 2012

ZAPATOS SOMOS Y EN EL CAMINO ANDAMOS

Comenzaré por contarles cómo fue mi nacimiento, pues no fue como el de otros seres "vivos" (porque yo también estoy vivo).  Nací de un becerro de apenas 6 meses de edad, que sacrificaron - según me enteré más tarde - para que yo y otros vinieramos a esta realidad.   A este inocente padre nuestro lo destazaron y le quitaron el pellejo que metieron en un montón de menjurges, infusiones y brebajes mágicos y dejarlo hecho todo un "cuero" (según los términos que usan los hombres que nos transformaron en lo que somos).  Cortaron por aquí, cosieron por allá, pegaron un cacho con otro, hicieron agujeros y después de ir de un lado a otro, durante días, finalmente dijeron ¡listo!  Quedamos unos 'rorros', guapos y elegantes, para meternos de dos en dos en cajas.  ¿Y ahora?

Dentro de aquella pequeña habitación mi gemelo y yo nos acomodamos rápidamente, aunque sin poder voltearnos - siempre acostados del mismo lado.  De repente, nuestra casa se movió, voló y ¡paaasss! caímos.  Volvimos a volar y a caer, a volar y a caer, hasta que nos dejaron descansar... un rato.  En ese inter escuchamos voces de otros - arriba, abajo, a los lados, por todas partes.  Empezamos a comunicarnos para saber cuántos éramos y qué pasaba.  Se fue corriendo la voz y empezamos la cuenta hacia la derecha... eran 20, a la izquierda eran 9 gemelos, al frente 15, hacia atrás sólo 2, hacia abajo 12 y hacia arriba 3.  Con este conteo pudimos percatarnos, más o menos, cuántos érmos  - lo que no supimos es por qué nos apilaron así (?).  Luego empezamos a platicar de cómo éramos y de dónde veníamos.  Bueno, todos teníamos padres diferentes y estábamos en casitas de dos en dos... y empezaron a volar nuestras moradas, otra vez.  Se oía por todas partes pequeñas vocesitas diciendo adiós, adiós.  Y al aire también nosotros nos fuimos.

En cuanto nos dejaron en paz reiniciamos la plática con quienes andaban por ahí.  Nos topamos con nuestras parientas:  sandalia, chancla, pantufla y bota.  Estábamos en pleno cotorreo, entre brinco y brinco, no sé por qué aquel lugar brincaba tanto.  Caray, le dije a mi gemelo ¡qué vida nos espera!  De pronto, oímos un rechinido y nuestras casitas se sangolotearon como en un teremoto.  ¡Y va de nuez! a volar otra vez de mano en mano, hasta llegar a lo que parecía nuestro destino final.  Se oían muchas vocesitas tímidas, casi en susurro y preguntamos con tono normal en dónde estábamos.  Nos callaron, así que nos quedamos... mutis.  Esperamos largo rato a que algún pariente hablara.  Voces de hombres y mujeres, graves y chillonas, se oían en constante ir y venir. 

Cuando al fin esas voces callaron, comenzó el cuchicheo, los saludos y hasta la bienvenida a los recién llegados.  El que tenía más tiempo en aquel lugar, un par de zapatos de charol rojo, nos instruyó sobre la situación actual.  Este 'jerarca' había conocido cientos de parientes que llegaron y se fueron, quedándose siempre por estar "pasado de moda". Aquí venían personas a quienes les mostraban los primos y si les gustaban, se los llevaban.  Había temporadas en que sólo a las tías de tela querían, de repente preferían los huaraches y sandalias,  en otras eran las botas las elegidas.  Las personas son muy curiosas.

Después de un tiempecito nos percatamos del asuntacho:  platicábamos cuando había silencio 'afuera'.  Pero había días en que seguido nos sacaban de nuestro dormitorio y por si acaso, nos arreglábamos las agujetas.  Estuvimos varias veces a punto de irnos con el prospecto, pero como no le alcanzaba, no sé qué, nos quedamos.  Por fin llegó el día en que un joven simpatico nos conoció, nos cayó bien, cooperamos en que sintiera sus pies a gusto y nos fuimos con él.  Íbamos felices, ya teníamos dueño.  Nos instaló en su recámara, dentro de un cuarto, en el que, al acostumbrarnos a la penumbra, vimos muchos primos y primas, sucios, rotos y revueltos.  ¿Qué les ha pasado?  Es que ya estamos viejos y nos avienta aquí, cuando ustedes se pongan feos les sucederá lo mismo.  Se nos fue el color a las suelas.  ¡La que nos espera!

Como nostros salíamos los domingos y fiestas, nos cuidaba muy bien, ya que nos bañaba con jabón especial y aceitaba.  Estábamos en el lugar de honor... pero después de tantas pachangas, aguaceros, nieve, patadas y descuido, nos vimos raspados, mugrosos, con la piel flácida y rugosa.  Así llegamos al montón de las chanclas viejas.  Un día vino la mamá del joven dueño.  Abrió las puertas de par en par y nos echó a todos afuera.  Se puso a revisar uno por uno, haciendo diferentes montones:  a la basura, al jardinero, estos al chofer y para la iglesia.  Y en este último montón nos tocó a nosotros.  La nueva residencia era más modesta, sin alfombras, sin escaleras de mármol y....¡Ay, sin tantas juergas!

Nos recibieron varias personas y una dijo "con una boleadita quedarán preciosos", con lo cual estuvimos de acuerdo.  El nuevo dueño también nos sacaba sólo 'cuando repicaban fuerte las campanas', según él decía.  En una ocasión, de regreso de una fiesta, no le dio tiempo de cambiarse y nos metimos en un cuarto chiquito, donde oímos un montón de chismes, pero a todos les decía "ve con Dios hija(o)".  Debe haber sido muy sabio y sobre todo muy bueno.  Además vimos cosas de las que no podemos hablar, no estaría bien andar de 'lengüeta floja'.  Nos cuidó lo mejor que pudo hasta que a las suelas le aparecieron ventanas, que crecieron hasta ser panorámicas, varios pedazos se descosieron las lengüetas se cayeron, los ojillos se abrieron (y no de admiración).  Fuimos a dar a la basura.  Pero, ahí no terminamos ¡claro que no!   Unos hombres vaciaron el bote donde estábamos en un camión, que anduvo echando más basura sobre nosotros, todo el día.  Encontramos un rincón donde evitar que la basura nos aplastara.  Cuando se paró, una puerta se abrió y todo fue resbalando, nosotros caimós sobre latas, piedras y demás.  Los golpeos nos lastimaron y dormimos de filo toda la noche.

Al salir el sol, ya estaba un montón de personas escarbando todo el mugrero para ver qué se llevaba.  Un anciano se nos acercó y enseguida nos echó en una gran bolsa, donde había un cucharón abollado, dos pelotas rotas, un patín sin ruedas y un trapo.  Más cosas siguieron cayendo, hasta que el anciano llenó su bolsa y se fue caminando hasta un cuartucho bien feo, donde sólo había un catre y un anafre de carbón. Se sentó en la cama y vació el contenido del saco.  Esparció todo por el piso y nos tomó en sus manos, quiso limpiar la mugre que traíamos, así que tomó uno de los trapos rescatados, nos echó un salibazo y nos frotó.  ¡Bellísimos! estos agujeros de las suelas se tapan fácil.  Revisó entre los hallazgos, buscando una caja.  Procedió a dibujar la forma de nuestras suelas, las recortó y las introdujo en nuestro interior. ¡Quedamos como nuevos!  Pero ¿cómo nos iba a sujetar?  Este hombre era muy inteligente.  Con un mecate sujetó su pie dentro de nosotros y... quedamos 'pipiris nais'.  Cuando el cartón se rompa, lo cambiará por otro.

Con este dueño conocimos el otro lado de la vida.  A través de su piel supimos de su hambre, su soledad y juntos compartimos los diarios peregrinajes en busca de desechos posibles de vender y poder llevarse a la boca un mísero alimento, suficiente para su estómago ya muy reducido.  Entre la basura, lo primero que buscaba eran libros, que después de leerlos los vendía en el mercado por unos centavos que dedicaba a comprar velas y cerillos, para poder 'ilustrarse' por las noches.  Fue todo un personaje.  A pesar de su miseria sabía reír y cantar, se sentía feliz de vivir y satisfecho de todo daba constantes gracias al Creador.

De este anciano obtuvimos la mayor sapiencia y ahora que llegamos a la etapa final, entre los matorrales en que nos depositó el anciano sabio, esperamos servir de alimento a pequeños seres y con ello nuestro ciclo estará completo, prosiguiendo a otras formas de existencia.
                       ¡Gracias al Gran Creador
                       ahora sí, por fin a descansar
                       larga fue la caminata que nos dio valor
                       para lograr nuestra plenitud alcanzar.
                   < < < < < - - - - - > > > > >                       1990!