domingo, 9 de diciembre de 2012

EL MUNDO DE ZAPAZ

Lentamente, en el ángulo que forman la pared y el techo, escurre una gota de agua, que baja silenciosa y constante.  En ninguna casa sus habitantes lo notan.  Sin embargo, empieza humedeciendo un poco el piso,  pero como hace calor todos los miembros de la familia que vive en cada casa se sienten contentos con el suelo ‘fresco’

Todos se han ido acostumbrando a la humedad, aunque ya se nota  un poco de agua sobre el piso.  El calor sigue, así que están muy a gusto.  Conforme el nivel del agua sube, también el largo de las faldas y los pantalones, hasta llegar a los shorts, después el traje de baño.   Van aprendiendo, poco a poco, a moverse dentro del agua, a zambullirse, a contener la respiración cada vez más tiempo, hasta que generación tras generación llegan a desarrollar unas branquias que les permiten vivir dentro de esas cajas llenas de agua, cuando el nivel ha alcanzado el techo. Ya nadie se acuerda cómo comenzó todo, ni por qué, pero por la costumbre y una conformidad forzada, ahora  todos los habitantes de ese mundo viven en una somnolencia disfrazada de satisfacción.

Un día, el hijo mayor de una de estas moldeabeles y modestas familias, que consta de los padres, dos hijas y dos hijos,  descubre una pequeña claraboya en el techo de su recámara, muy pegada a una esquina.  Por supuesto va a ver de qué se trata.  ¿Había estado ahí siempre? Con gusto se percata que el agua no pasa del techo, por lo que la parte cóncava de la claraboya está seca.  La abre hacia afuera y apenas le cabe la cabeza.  ¿Y qué es lo que ve?  ¡Todo está seco!  Hay calles, casas…. iguales a las que conoce dentro del agua.  Se queda ahí durante horas observando a las pocas personas que pasan y ¡respirando aire!

Durante varias semanas, y cuando no hay nadie en casa,  se dedica a raspar el borde del círculo que ocupaba la claraboya, la que logró  zafar con bastante trabajo, para después buscar la forma de disimular la entrada al otro lado.  Tenía grandes deseos de contarles a todos su descubrimiento, pero eso le traería enormes problemas.  En esta familia pensar en posibles alternativas es tabú, ellos gozan de muchas comodidades, aunque obtenidas con mucho esfuerzo, pero el sistema dice que hay que sufrir para obtener algo y así se disfrutará más el resultado.  Además, constantemente se les recuerda los muchos que están realmente mal, que lo mejor es no replicar contra nada y aceptar con una sonrisa lo que les toque.

Un buen día, Andrés logra salir por el agujero.  En cuanto está en la calle (o el techo de su recámara), siente un cambio, imperceptible, pero muy agradable.  Su poca ropa se seca de inmediato, el sol calienta su piel, oye los trinos de las aves en las ramas de frondosos árboles… y sobre todo, aquel aire tan maravilloso que le acaricia el rostro y huele a flores.  Se le pasan las horas embelesado viendo, oliendo, sintiendo, caminando.  Hasta que tropieza con algo… es la entrada a su mundo.  ¿Acaso se había quedado parado ahí todo el tiempo o en verdad había conocido otra forma de vida?  Sin pensarlo mucho entra a su cuarto y cierra con cuidado su puerta de escape.   Baja al comedor y se queda atónito cuando ve que todavía están desayunando.  <¿Te quedaste con hambre y vienes por más? Apúrate que vas a llegar tarde a la escuela.  >  Entonces… ¿las horas que estuvo del otro lado, sólo fueron minutos?  Cada vez comprende  menos.

Decidido a investigar más a fondo la situación, cuando ya todos están dormidos, se escabulle para tener toda la noche sin presiones. Lo primero que llama su atención es que hay luz de día, aunque no alcanza a ubicar el sol.  Camina varias calles y se encuentra frente a una entrada que dice  “Información a Recién Llegados”.  Entra de inmediato, en un mostrador hay dos señoritas.  <Tú eres recién llegado ¿verdad? Tienes toda la cara>  Andrés apenas atina a asentir con la cabeza.  <Siéntate en cualquier lugar y un guía vendrá por ti>.   Al poco rato un muchacho, un poco mayor que él, aparece y se presenta: <me llamo Frandereco y seré tu guía… puedes llamarme Fran.  Sígueme.>

Por un pasillo entran en una oficina y Fran le hace numerosas preguntas a Andrés sobre su vida, su ocupación y el por qué ha llegado ahí.  <Solamente descubrí un hueco de luz en el techo de mi recámara… la de toda la vida… y nunca había visto ese hoyo.>  <¿Será que no te gusta el tipo de vida que llevas y deseas, de todo corazón, cambiar… que anhelas otra manera de vivir?>  <Pero, por supuesto.  Ese sistema que nos rodea es enajenante.  Si tú supieras…>   <Por supuesto que lo sé, yo también salí de ahí.>  Andrés se queda asombrado <Yo hubiera pensado que naciste aquí>  <No,  son pocos los que han nacido aquí, la mayoría huimos de tu mundo… cuando el agua nos llega… al techo.  ¿No es verdad?>  Los dos ríen de buena gana, lo que ayuda a relajar la tensión de Andrés.

Después se encaminan al Salón de las Muestras, a través de un pasillo donde una cinta los transporta sin tener que caminar.  <Aquí te mostraré algunas de  nuestras ‘diversiones’.  Este aparato sirve para materializar algo que desees tener.  Lo imaginas, abres la puerta y ahí está.>  Fran no hizo caso de la cara de asombro de Andrés, y poniéndole una cinta alrededor de la cabeza,  <Ahora, piensa en algo.> Andrés está nerviosísimo, no sabe qué escoger, de las mil cosas que se le vienen a la cabeza.  <Ah, ya sé, un reloj… de oro… con la carátula de plata…los números de rubíes… y las manecillas… de oro también.  Quedó chido ¿no?>  Fran esperó unos momentos y con una sonrisa divertida, le dice <Bien, veamos.>  Abre la puerta y saca el reloj que Andrés ha creado, pero…  <Está precioso, justo cómo lo pensé.>  Al voltearlo se da cuenta que está hueco. <Qué pasó, no tiene maquinaria, no puede andar.>  Socarronamente, Fran le contesta < Será que no pensaste en la maquinaria.>  <Es que yo no sé nada de relojería.>  <Pues para crear algo necesitas conocer bien lo que deseas,  hasta la última pieza.>  <No, no, eso no es justo, porque si quiero un coche necesito saber mecánica, o si quiero una casa necesito saber construcción y si quiero comida…>  <Tendrás que saber cómo está formada cada verdura, cada cereal, cada fruta, cada árbol…>  <No, no, están locos ustedes, con razón son tan pocos.>  <Sí, somos pocos los que deseamos saber más y avanzar en un mundo diferente. Aquí nuestro entretenimiento es investigar para crear.  No tenemos foot-ball, ni concursos de belleza o de cine, ni carreras de autos o caballos, ni competencias por la notoriedad y el poder, y haciéndoles creer que ustedes eligen a sus héroes, a sus dirigentes… esos distractores de tu mundo son para tenerlos dormidos y ‘divertidos’, para que no piensen en lo que realmente les gustaría hacer con su vida.  Les han llenado la cabeza con basura, remarcando las bondades del sistema y adormeciéndolos con su canción de cuna “tú has votado por mí y yo te protejo”.  Ahora, es el momento de que, en verdad, tendrás que decidir qué quieres.>

Una vez de regreso en su recámara, Andrés pasa la noche pensando qué es lo que quiere hacer con su vida.  Sopesando las posibilidades que tiene en su mundo y las pocas, que hasta ahora, sabe del otro.  Pocas, pero muy atrayentes.  Y por lo pronto, decide seguir saliendo y preguntarle a  Fran lo más posible.

Así pasan las semanas, haciendo una o dos incursiones por semana en el otro mundo, para no alterar su vida y lo descubran sus padres.  En una ocasión Fran lo lleva a la Sala de Comunicaciones, donde hay grandes pantallas en las cuales se aprecian todas las instalaciones y con un simple toque, el edificio “se abre” y puede verse el interior con detalle:  muebles, gente, aparatos…. incluso, con otro toque se puede escuchar lo que hablan.  <¿Este es su centro de espionaje?>.  <Aunque no lo creas, Andrés esta facilidad se utiliza solamente cuando alguien está en problemas>.   <¿Aquí también tienen terroristas?>  <Por supuesto que no, pero una persona puede caerse y romperse un hueso…. entonces se le localiza, ya que aquí se enciende un foco rojo, y se le auxilia de inmediato.  Además aquí también se hacen los enlaces con otras ciudades>.   <Entonces… ¿éste no es el único lugar ‘adelantado’ en el planeta?>.  <Somos muchas pequeñas comunidades.  Mejor vamos a que conozcas algo que no creerás>.

El área de investigación es un conjunto de salas, de regular tamaño, en donde cada grupo de personas está enfrascado en probar y comprobar algún nuevo material o dispositivo.  <Mira este cable, Andrés, es tan resistente que puede sostenerse erguido un poco más allá de la atmósfera y se le instalará una plataforma para lanzar naves al espacio…> Fran ya no pudo continuar al ver la cara de Andrés, que toma un poco de aire antes de hablar. <Eso NO es posible, Fran, tú me quieres tomar el pelo>.  <Por supuesto que no.  Si quieres platica con los expertos, que te expliquen…. a ver si entiendes>.  Andrés se queda varias horas oyendo todos los detalles y aunque no entiende ni la décima parte, termina asombrado.

Por fin se había decidido.  Entraría de lleno en aquel mundo maravilloso.  Tenía ansias de saber y la biblioteca que Fran le mostró tenía toda la información que era posible obtener, para cualquier tema que necesitara.  Sí, estaba harto de ser borrego, sin aspirar más que a trabajar toda su vida, para ir sobreviviendo, rodeado de incongruencias, traiciones, miserias.  Sólo les dejó una carta de despedida a sus padres, sin decir a dónde se iba, ya que no lo comprenderían.  Al salir al otro mundo, para siempre, la claraboya desapareció.

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