Entremos en una de
esas viejas vecindades del centro de la ciudad, cuyos muros tienen cientos de
años, construidas en época gloriosa. Uno de los muchos palacios de antaño que,
por azares del destino, han terminado subdivididas en pequeños espacios para
albergar a numerosas familias. Ésta en
especial sólo tiene veinte viviendas, lo que permite que el interior sea
espacioso con dos amplias recámaras, el comedor y la sala de regular tamaño,
suficientes para una familia de cinco o seis miembros y la cocina es más grande
que la que tengo en mi casa en la Narvarte.
El baño estilo antiguo, tiene tina.
Los de la planta baja disponen de un patio trasero para colgar la ropa y
no tener que subir a la zotea cargando la cubeta llena de ropa. En el primer departamento, mucho más chico
que los demás, vive la portera, doña Chila, una mujer baja, delgada, amargada y
de lengua viperina, quizá por su avanzada edad y por su soledad. Pero como
cualquier vigilante, tiene la oreja bien desenrollada.
- ¿Buenos días, doña
Chelita, a dónde va tan guapa?
- No, doñita, si
estoy como todos los días, aunque hoy estoy más achacosa….
- Qué tenga buen día,
doña Ana, como siempre corriendo….
- Tengo cita a las
ocho con unos clientes importantes y si cierro el ‘bisnes’, me toca muy buen
‘moni’ para pagar algunas cositas y… por supuesto me pondré al corriente con la
renta. Bueno, adiós.
- Esa mulata sí que
es trabajadora. Todos los días se va bien temprano y regresa ya tarde… en cambio su gringo…está medio ‘tocado’,
será que fue a la guerra y lo regresaron paranoico. Hace poco, después de una pelea con ella, yo
creo que se echó sus copas y algo más, porque regresó y pintó con espray rojo
todo el pasillo superior, donde viven.
Ella lo negó, pero lo pintó.
- ¿Qué quiere decir
con ‘esa sí es trabajadora’? Yo trabajé
muchos años y por eso tengo tanto achaque, me jubilé y ahora puedo disfrutar de
vivir tranquila.
- Si nomás se la pasa
viendo películas. ¿Para qué quiere
tantas? Ya se las ha de saber al derecho
y al revés.
- Siempre me ha
gustado mucho el cine. De chamaca iba
seguido con mi mamá y mis hermanos.
- Y de seguro era la
consentida ¿no?
- ¿Por qué lo dice?
- Es que se le
nota. No sé cómo decirle… Me parece que
sus dolencias son nomás para llamar la atención. A veces dice que no puede caminar y al rato
se va con sus amigas todo el día.
- Creo que mejor sigo
mi camino, necesito ir al banco y al super.
- Buenos días, señor
Rosendo, que tenga buen día. Mire cómo
camina, yo le digo el Rosado. Es un
farsante. Tenga mucho cuidado con él.
- ¿Y qué le pasa al
Rosado, digo al señor… lo que sea?
¿Acaso persigue ancianas?
- No, sólo que es demasiado
‘caravanero’ Y lo hace tan fingido que no creo que alguien le crea. Hace poco
trajo una mesa de billar, nuevecita, muy bonita. La anduvo ofreciendo, pero nadie dijo
yo. Se me hace que se la robó a alguien.
- ¿Pero cómo se va a
robar una mesa de billar?
- Por supuesto, doña
Chelita, que no se la metió en la bolsa y se salió. Lo que pasa es que me huele a mal habida.
- ¿No será que tiene
chueco el olfato? A ver, yo ¿a qué le
huelo?
- A persona sencilla
y sincera. El Rosado siempre anda con
mentiras. Que tiene un buen puesto en un
hotel, Dios sabrá cuál; que pronto se casaría y de repente la novia lo cortó;
que vendrá su mamá a verlo porque lo extraña mucho… Puras habladas. Se le nota.
Se lo huelo.
- Así que usted puede
oler ‘de todo’. Qué interesante.
- Buenos días,
profesor. Hoy se le pegaron las sábanas.
- No, doña Chilita,
hoy no hay clases, se hizo puente por el 5 de febrero. Pero tenemos junta.
- ¿Junta con sus
alumnos? Por cierto, dígales a los
chavos que no vengan a buscarlo tan tarde.
Usted sabe que cierro la puerta a las diez. No es hora de venir a clase… o lo que sea.
- Es que algunos
muchachos trabajan y se les hace tarde… no quieren atrasarse. Pero les voy a decir. Adiós.
- Ese Bristol es un
jotazo, con el lápiz bien afilado. Se me
hace que algunos de esos chamacos le pagan las clases con cuerpomático.
- ¿Y eso también lo
huele usted?
- Eso se le nota a
todas luces, muchacha.
- Gracias por lo de
muchacha y por las referencias que me ha dado de los demás inquilinos. Siempre es bueno irlos conociendo…a todos.
- Uy, y todavía los
que faltan. Ni se imagina, Chelita. Mire, ese que viene ahí, ese sí es un
tipazo. Buenos días, don Jorge.
- Muy buenos días,
señoras.
- ¿Qué pasó con el
concierto? Estoy puestísima para echarme
un tango con usted.
- No, señora, yo sólo
toco. El concierto se había programado
para el próximo fin de semana, pero se pospuso, sin fecha. Los trámites con las autoridades aquí, bueno
en todas partes, son complicados.
- Mire usted, le
presento a doña Chela, ella apenas tiene dos semanas aquí. Don Jorge es argentino, como habrá notado,
Chelita, y tiene con nosotros como un año.
Da clases de guitarra, chelo y piano.
Además compone los instrumentos musicales, ¿cómo se llama eso?
- Laudería y no sólo es componer los
instrumentos, sino hacerlos desde el inicio.
- Qué
interesante. ¿También da clases de cómo
hacerlos?
- No, se requieren
muchos años para lograrlo. Y yo no tengo
el tiempo.
- Pero podría tomar
clases de guitarra, Chelita, en vez de ver tanta película. Don Jorge le puede vender una.
- Claro, estoy a sus
órdenes. Por ahora me retiro. Que tengan buen día.
- Este che es todo un
caballero y su esposa ni se diga. Ella
hace títeres, chiquitos y grandotes. Doña
Araceli hizo tremendas Catrinas de 2.5m para el día de muertos y ahora está
trabajando con unos monotes enormes para el próximo carnaval.
- Me encantaría
verlos. ¿Puedo llegar así nomás y tocar la puerta?
- Por supuesto, ella
es una persona sencilla y muy agradable.
Fíjese nomás, que recién llegaron, doña Flor, le encargo un Guepeto, un
Pinocho y un Pepe Grillo. Quedaron
fabulosos.
- Pues sí que son una
pareja increíble.
- Buen día, ‘don’
Armando, milagro verlo tan temprano. ¿No quiere que le prenda una vela?
- Usted siempre tan
‘graciosa’… y metiche, Chilita.
- Pero yo sólo me
meto con los adultos…..
- Se fue muy molesto
ese señor. No se vaya usted a meter en
problemas.
- Es un puerco, un
degenerado, un holgazán. No trabaja, lo
mantiene su mujer, que se va a la chamba bien tempranito. A este tipo le gusta pararse en su ventana,
desnudo, para que lo vean las chamacas cuando regresan de la escuela,
pero…. Adiós, guapa, a dónde va tan perfumada.
- Ay, Chilita, si
nomás voy al mercado.
- Pero usted siempre
anda muy arregladita, doña Lucerito. Se me
hace que anda buscando novio.
- No, no, no. Ya con el ex tuve bastante. Me voy, luego platicamos.
- Esta mujer es
lindísima, aunque a veces se pasa de buena.
Tiene un hermano dizque se anda divorciando y a cada rato le cae aquí,
porque no tiene ganas de ver a su mujer.
Pero hace como un mes fue su cumpleaños… si el de Lucerito, y llegó la
cuñada a felicitarla jalando al supuesto próximo ex. Después se fueron los tres muy contentos a
festejar. La verdad que no los entiendo.
- Pero ¿qué me decía
del degenerado ese…?
- Doña Chulis, qué
gusto de verla. ¿Cómo sigue la espalda?
- Le traigo un poco
de chaya con huevo y su salsita, pa’que se echen un taco, ya se les hizo tarde
en la plática y deben tener hambre.
- Encantada de la
vida. Ya sabe que todo lo que usted hace
me sabe a cielo. Muchas gracias y
ahorita mismo le damos mate. - Esta doña es yucateca y cocina riquísimo. Después que lo pruebe me dará la razón. Y lo completaremos con unos frijolitos negros
con epazote, recién hechos.
- Pues sí que está
delicioso esto. ¿Qué es la chaya?
- Son unas hierbas
como… verdes como las espinacas, pero sus hojas tienen ahuates, como las tunas.
- Entonces toda la
boca me va a quedar…
- No, no. Las hojas se ponen a remojar en agua con sal,
para que los ahuates se doblen y luego se cocinan. ¿Qué
tal, eh? También hace un ‘Brazo
de Reina’ – ese no me lo ha enseñado, es más complicado, pero le voy a pedir
que me haga dos y la invito.
- ¿Ese brazo… lleva carne de reina?
- No, las reinas ya
están muy correosas. Este brazo es como
un niño envuelto, hecho de masa con chaya, huevo cocido, queso y otras cosas,
todo envuelto en hojas de plátano. Luego
se baña en salsa de jitomate picosita, que ella prepara… y a disfrutar.
- Dicen que por allá la cocina es deliciosa. Es increíble que nunca he estado en Yucatán.
- Bueno yo sólo
conozco Tepito y Xochimilco. Me casé con
un gachupín hermoso y grandote, me dejó un hijo y se murió. Así que no hubo
tiempo más que para trabajar y criar al mocoso, que es su viva imagen.
- ¿Vive aquí en el DF
o en otro estado? No lo he visto.
- Pues no, viene
pocas veces. Casi siempre en mi
cumpleaños, me trae algún regalito, me lleva a comer, platicamos un ratito y
regresa a sus obligaciones. Trabaja
también por el sur… por donde vive.
Parece que están tocando… no, señora no hay ni
un cuarto libre por el momento. Ahí
viene ese… Ya se le está haciendo tarde
‘don’ Armando.
- Que bueno que
siempre esté taaann al pendiente de todo.
- Yo siempre mantengo
el ojo y el oído abiertos, es mi trabajo.
- Total que no me
acabó de contar de éste. ¿Qué nadie le
ha reclamado o dado una paliza?
- Por una parte a las
niñas les da vergüenza y si lo dicen ni les creen. Como a Toñita, la del dos,
se lo dijo a su tía y no hizo nada. Ah, pero la semana pasada, ya en la
tardecita, doña Flor se lo cachó y… Buenas tardes doña Alicia, ¿qué anda
haciendo tan temprano?
- Así son las cosas,
doña Chila. Hoy pude terminar temprano.
Hasta luego.
- Ella es la esposa
del pervertido ese. Ha estado llegando
temprano desde que doña Flor los amenazó.
- ¿Pues qué
pasó?
- Pues que se topó
con él parado en la ventana, encuerado.
Que coge un palo para romperle el vidrio encima. Pero al verla, saltó pa’tras y cerró las
cortinas.
- ¿Y hasta ahí quedó,
nomás?
- No, qué va. En la noche que llegó la esposa, fue a
verlos. Cerraron la puerta, pero pudimos
oír algo. De muy buena manera, doña Flor
les pidió que se fueran para fin de mes.
Doña Alicia se puso a llorar y, al principio, negó que su marido pudiera
hacer algo así, que eran chismes. Pero
doña Flor se mantuvo firme, asegurándole que ella misma lo había encontrado ese
día, en la ventana. Además ya había oído
rumores. La mujer de ése, le juró y le
perjuró que no volvería a pasar, que no tenían a dónde ir, que les diera otra oportunidad. Por eso, ella está llegando a la hora en que
regresan de clases la chamacada. Ella es contadora y se trae el trabajo a casa.
- Híjole, pobre
mujer.
- ¿Cuál pobre? Cómo es posible que sea tan bruta que
alcahueté a ese degenerado y también lo mantenga. Es el colmo.
- Es que una nunca
sabe que traumas tenga esa mujer. Quizá
en su infancia….
- Aprendió a hacerle
al tío Lolo ¿no? Qué tal Luisillo,
ahora sí ya vas a acabar…
- Ahora si creo que
termino hoy. Tuve que limpiar con ácido muriático
el suelo, fumigar DOS veces y después pintar todo. Aparte de cambiar la llave del fregadero,
poner llaves nuevas en la regadera, comprar el tubo para la cortina de la
regadera y cambiar también, el tubo del lavabo… y ya.
- ¿Qué vivía ahí un
troglodita? Cómo es posible…
- No, que va, si
presumía de fino y excelente estilista.
Eso sí se meneaba al caminar como lombriz en charca. Sergio Antonio se llamaba, bueno se llama y presumía
de ser excelente en su profesión… no sé cuál de las dos. Y el pobre perro que tenía, siempre flaco,
creí que no le daba de comer todos los días, pero sería por el montón de bichos
que vivían ahí.
- Y ¿él cómo podía
vivir en ese muladar?
- Yo creo que también
por eso estaba flaco. ¿Cómo aguantaban las muchachas que venían a que les cortara o pintara las mechas? Bueno, supongo que a eso venían… pero sí
salían muy peinaditas. Buenas noches, doña
Lupe, ¿por qué tan fatigada?
- Es que supuse que
ya habría cerrado la puerta. Ya pasan de
las diez.
- ¡Qué
barbaridad! Mire nomás, doña Chelita se
nos fue el día en güiri güiri. Habla
usted hasta por los codos y no encontré el momento de terminar la plática, para
seguir con mis quehaceres.
- Buenas noches, doña
Chilita. Gracias por presentarme con todos los inquilinos. Y espero que la
lengua no le duela y pueda dormir bien.
- No crea que fueron
todos, faltan más. ¿Y por qué me va a
doler la lengua? Doña… ya se fue, bueno
mañana le pregunto.
Es tiempo de dejarlos
descansar. Este día como muchos otros,
ya se terminó y las puertas de la vecindad se cierran a nuestra presencia y a
nuestros oídos. Ya vendremos en otra
ocasión para seguir, aunque sea por encima, conociendo un poco de la vida de
personas como todos nosotros. Y por
cierto, si alguno de los personajes se parece a alguien que conoces, es pura
casualidad.
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