domingo, 1 de enero de 2012

ZAPATOS SOMOS Y EN EL CAMINO ANDAMOS

Comenzaré por contarles cómo fue mi nacimiento, pues no fue como el de otros seres "vivos" (porque yo también estoy vivo).  Nací de un becerro de apenas 6 meses de edad, que sacrificaron - según me enteré más tarde - para que yo y otros vinieramos a esta realidad.   A este inocente padre nuestro lo destazaron y le quitaron el pellejo que metieron en un montón de menjurges, infusiones y brebajes mágicos y dejarlo hecho todo un "cuero" (según los términos que usan los hombres que nos transformaron en lo que somos).  Cortaron por aquí, cosieron por allá, pegaron un cacho con otro, hicieron agujeros y después de ir de un lado a otro, durante días, finalmente dijeron ¡listo!  Quedamos unos 'rorros', guapos y elegantes, para meternos de dos en dos en cajas.  ¿Y ahora?

Dentro de aquella pequeña habitación mi gemelo y yo nos acomodamos rápidamente, aunque sin poder voltearnos - siempre acostados del mismo lado.  De repente, nuestra casa se movió, voló y ¡paaasss! caímos.  Volvimos a volar y a caer, a volar y a caer, hasta que nos dejaron descansar... un rato.  En ese inter escuchamos voces de otros - arriba, abajo, a los lados, por todas partes.  Empezamos a comunicarnos para saber cuántos éramos y qué pasaba.  Se fue corriendo la voz y empezamos la cuenta hacia la derecha... eran 20, a la izquierda eran 9 gemelos, al frente 15, hacia atrás sólo 2, hacia abajo 12 y hacia arriba 3.  Con este conteo pudimos percatarnos, más o menos, cuántos érmos  - lo que no supimos es por qué nos apilaron así (?).  Luego empezamos a platicar de cómo éramos y de dónde veníamos.  Bueno, todos teníamos padres diferentes y estábamos en casitas de dos en dos... y empezaron a volar nuestras moradas, otra vez.  Se oía por todas partes pequeñas vocesitas diciendo adiós, adiós.  Y al aire también nosotros nos fuimos.

En cuanto nos dejaron en paz reiniciamos la plática con quienes andaban por ahí.  Nos topamos con nuestras parientas:  sandalia, chancla, pantufla y bota.  Estábamos en pleno cotorreo, entre brinco y brinco, no sé por qué aquel lugar brincaba tanto.  Caray, le dije a mi gemelo ¡qué vida nos espera!  De pronto, oímos un rechinido y nuestras casitas se sangolotearon como en un teremoto.  ¡Y va de nuez! a volar otra vez de mano en mano, hasta llegar a lo que parecía nuestro destino final.  Se oían muchas vocesitas tímidas, casi en susurro y preguntamos con tono normal en dónde estábamos.  Nos callaron, así que nos quedamos... mutis.  Esperamos largo rato a que algún pariente hablara.  Voces de hombres y mujeres, graves y chillonas, se oían en constante ir y venir. 

Cuando al fin esas voces callaron, comenzó el cuchicheo, los saludos y hasta la bienvenida a los recién llegados.  El que tenía más tiempo en aquel lugar, un par de zapatos de charol rojo, nos instruyó sobre la situación actual.  Este 'jerarca' había conocido cientos de parientes que llegaron y se fueron, quedándose siempre por estar "pasado de moda". Aquí venían personas a quienes les mostraban los primos y si les gustaban, se los llevaban.  Había temporadas en que sólo a las tías de tela querían, de repente preferían los huaraches y sandalias,  en otras eran las botas las elegidas.  Las personas son muy curiosas.

Después de un tiempecito nos percatamos del asuntacho:  platicábamos cuando había silencio 'afuera'.  Pero había días en que seguido nos sacaban de nuestro dormitorio y por si acaso, nos arreglábamos las agujetas.  Estuvimos varias veces a punto de irnos con el prospecto, pero como no le alcanzaba, no sé qué, nos quedamos.  Por fin llegó el día en que un joven simpatico nos conoció, nos cayó bien, cooperamos en que sintiera sus pies a gusto y nos fuimos con él.  Íbamos felices, ya teníamos dueño.  Nos instaló en su recámara, dentro de un cuarto, en el que, al acostumbrarnos a la penumbra, vimos muchos primos y primas, sucios, rotos y revueltos.  ¿Qué les ha pasado?  Es que ya estamos viejos y nos avienta aquí, cuando ustedes se pongan feos les sucederá lo mismo.  Se nos fue el color a las suelas.  ¡La que nos espera!

Como nostros salíamos los domingos y fiestas, nos cuidaba muy bien, ya que nos bañaba con jabón especial y aceitaba.  Estábamos en el lugar de honor... pero después de tantas pachangas, aguaceros, nieve, patadas y descuido, nos vimos raspados, mugrosos, con la piel flácida y rugosa.  Así llegamos al montón de las chanclas viejas.  Un día vino la mamá del joven dueño.  Abrió las puertas de par en par y nos echó a todos afuera.  Se puso a revisar uno por uno, haciendo diferentes montones:  a la basura, al jardinero, estos al chofer y para la iglesia.  Y en este último montón nos tocó a nosotros.  La nueva residencia era más modesta, sin alfombras, sin escaleras de mármol y....¡Ay, sin tantas juergas!

Nos recibieron varias personas y una dijo "con una boleadita quedarán preciosos", con lo cual estuvimos de acuerdo.  El nuevo dueño también nos sacaba sólo 'cuando repicaban fuerte las campanas', según él decía.  En una ocasión, de regreso de una fiesta, no le dio tiempo de cambiarse y nos metimos en un cuarto chiquito, donde oímos un montón de chismes, pero a todos les decía "ve con Dios hija(o)".  Debe haber sido muy sabio y sobre todo muy bueno.  Además vimos cosas de las que no podemos hablar, no estaría bien andar de 'lengüeta floja'.  Nos cuidó lo mejor que pudo hasta que a las suelas le aparecieron ventanas, que crecieron hasta ser panorámicas, varios pedazos se descosieron las lengüetas se cayeron, los ojillos se abrieron (y no de admiración).  Fuimos a dar a la basura.  Pero, ahí no terminamos ¡claro que no!   Unos hombres vaciaron el bote donde estábamos en un camión, que anduvo echando más basura sobre nosotros, todo el día.  Encontramos un rincón donde evitar que la basura nos aplastara.  Cuando se paró, una puerta se abrió y todo fue resbalando, nosotros caimós sobre latas, piedras y demás.  Los golpeos nos lastimaron y dormimos de filo toda la noche.

Al salir el sol, ya estaba un montón de personas escarbando todo el mugrero para ver qué se llevaba.  Un anciano se nos acercó y enseguida nos echó en una gran bolsa, donde había un cucharón abollado, dos pelotas rotas, un patín sin ruedas y un trapo.  Más cosas siguieron cayendo, hasta que el anciano llenó su bolsa y se fue caminando hasta un cuartucho bien feo, donde sólo había un catre y un anafre de carbón. Se sentó en la cama y vació el contenido del saco.  Esparció todo por el piso y nos tomó en sus manos, quiso limpiar la mugre que traíamos, así que tomó uno de los trapos rescatados, nos echó un salibazo y nos frotó.  ¡Bellísimos! estos agujeros de las suelas se tapan fácil.  Revisó entre los hallazgos, buscando una caja.  Procedió a dibujar la forma de nuestras suelas, las recortó y las introdujo en nuestro interior. ¡Quedamos como nuevos!  Pero ¿cómo nos iba a sujetar?  Este hombre era muy inteligente.  Con un mecate sujetó su pie dentro de nosotros y... quedamos 'pipiris nais'.  Cuando el cartón se rompa, lo cambiará por otro.

Con este dueño conocimos el otro lado de la vida.  A través de su piel supimos de su hambre, su soledad y juntos compartimos los diarios peregrinajes en busca de desechos posibles de vender y poder llevarse a la boca un mísero alimento, suficiente para su estómago ya muy reducido.  Entre la basura, lo primero que buscaba eran libros, que después de leerlos los vendía en el mercado por unos centavos que dedicaba a comprar velas y cerillos, para poder 'ilustrarse' por las noches.  Fue todo un personaje.  A pesar de su miseria sabía reír y cantar, se sentía feliz de vivir y satisfecho de todo daba constantes gracias al Creador.

De este anciano obtuvimos la mayor sapiencia y ahora que llegamos a la etapa final, entre los matorrales en que nos depositó el anciano sabio, esperamos servir de alimento a pequeños seres y con ello nuestro ciclo estará completo, prosiguiendo a otras formas de existencia.
                       ¡Gracias al Gran Creador
                       ahora sí, por fin a descansar
                       larga fue la caminata que nos dio valor
                       para lograr nuestra plenitud alcanzar.
                   < < < < < - - - - - > > > > >                       1990!

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