domingo, 29 de enero de 2012

ANHELO DE VIDA

¡ Libre... libre!,  parece un sueño.  Aunque no tengo  idea de en dónde me encuentro.  Sigue la vía del tren, por ahí derecho y llegarás a un pueblo, me dijeron.  Alrededor, todo parece abandonado, no se oyen voces, ni ladridos: todo es silencio.  ¿Qué tan cerca estaré de la base?  Las casas no tienen puertas ni ventanas, que ¿se cayeron de viejas o las arrancaron?  ¿Habrán corrido a toda la gente del pueblo los militares?  No me queda más que caminar por los durmientes y seguir las vías hasta... ¿encontraré algún pueblo?

Quisiera que estos escombros pudieran contarme lo que aquí ocurrió.  Pero, por estos lugares creo que ni el aire tiene permiso de decir nada de lo que escucha.  Parece que ya estoy alucinando.... Lo  cual sería muy natural después de haber visto tantas cosas inverosímiles durante ocho... diez... ¿cuántos años fueron?  ¿Lograré llegar hasta MI casa?  ¿Encontraré vivos a mis padres?  Oh Dios, después de tanto dolor, de tantos horrores... a veces ya no estoy seguro ni de cómo me llamo... Fernando?  Sí, me parece recordar al Prof. E. Teller, que me dijo al  terminar la universidad:  anda Fernando, envía tu curriculum a RANGE.  Un joven brillante como tú tiene ahí un porvenir lleno de oportunidades.

Durante mucho tiempo me sostuvo el deseo de salir de aquel lugar para buscar a mi insigne profesor y cobrarme con su vida toda la ignominia que sufrí, pero después de varios años comprobé que el profesor era ajeno a toda esta mescolanza de ambición y maldad.     Ahí, donde a todos nos volvían locos,  pues después de visitar una nave, a base de golpes me repetían que eso no existía, que sólo era mi imaginación. ¿Entonces, por qué me golpeaban?  ¿Toqué aquellas superficies, caminé por el interior y me senté frente a los paneles en esos asientos diminutos, como para niños?  ¿Por qué, entonces, había en los hangares grandes carteles con fotos de naves extrañas, con la leyenda “ellos están aquí”?

Ahora recuerdo cuando llegué con otros más, en un camión con los vidrios pintados de negro.  Nos bajaron  en medio del desierto de Nevada.  No se veía más que dunas y montes.  ¡La cara de susto que teníamos!  Y en uno de esos “montes” se abrió una gran puerta.  Al entrar, frente a mis ojos, ¡una enorme nave aerodinámica!   No sabía para qué me habían  contratado,  aún después de innumerables exámenes que presenté durante varios días.  No importa lo que digan, todavía oigo el ruido de la puerta que se cerró a mis espaldas, un golpe seco y hueco, que me sacó de la perplejidad.  Van a trabajar en un proyecto de propulsión avanzada, nos dijeron y entonces comprendí de qué clase de propulsión hablaban,  y qué tan avanzada era: cientos de años para el conocimiento terrestre.

Mi oficina llena de papeles, de mapas, de archivos, tres personas más, tímidas o temerosas de hablar.    Poco a poco fui conociendo el entramado sistema de seguridad, más sofisticado que la mejor prisión de alta seguridad.  Tengo que recordar cada detalle, no quiero que se me olvide nada.  Esa impotencia de estar aislado, sin contacto con el mundo exterior.  Pero no te aflijas mamá, si sólo me voy a Nevada, no me voy a Marte. Allá hay teléfonos y estaremos en contacto, este empleo significa mucho para mi carrera.  Cuando exigí  respuestas por ese trato, empezaron los castigos y, como seguía pidiendo, reclamando, suplicando, amenazando... éstos fueron en aumento hasta callarme la boca. Otra vez las punzadas en los ojos, dijeron que ya no volverían.  ¿Qué les habrán dicho a mis padres?  ¿Qué explicación les dieron por no recibir ni una carta mía?  ¡Cuánto deseaba escapar!  pero por todos lados había cámaras y micrófonos. 

Algo recuerdo de un científico desaparecido... sí, yo era su reemplazo.   ¿Cómo era posible que alguien se esfumara?  ¿Y si a mí me pasara lo mismo?  ¡Tenía que buscar pruebas, por supuesto!  Si no me hubiera enterado de tantas cosas, quizá... Me fui ganando la confianza de mis compañeros y me bromeaban sobre que yo también desaparecería (cómo me iba a imaginar entonces, lo cierto que estaban).  Nadie estaba seguro de lo que en realidad pasó y el ir uniendo los hilos me llevó bastante tiempo, hasta que llegué a la certeza de un encuentro del tercer tipo, con seres inteligentes de otras dimensiones.
   
 Había datos de una reunión en descubierto, sobre el lecho de un lago seco  a varios kilómetros de la base.  Creo que estaba cerca de una reserva india,  o ¿eso era otro asunto?   Sí, sí... uno de los militares  se acercó mucho al vehículo de los  visitantes y como si fuera una alambrada de alto voltaje, salieron centellas para todos lados, fulminando a varios.  Estos dolores de cabeza no me dejan pensar con claridad. Debe ser el resultado de los electroshocks para revolverme todo lo que sabía o las hipnosis con las que nos convencían  de que nada era cierto, sólo producto de las películas de ciencia-ficción que proyectaban constantemente. 

Por andar siempre queriendo averiguar más, un día escuché una conversación que me dejó helado:
- El Dr. Fernando Lazar ha metido las narices en demasiadas cosas, por lo que se le ha dado “tratamiento especial”, lo cual ha afectado su trabajo. Será mejor que lo reemplacemos.  Informen a la corporación que busquen un substituto. 
- ¿Y qué va a suceder con él? 
- Lo de siempre, se desvanece en el aire; de hecho, ya hace 10 años que lo hizo.        
¿Y  por qué no darle la opción de sacarlo “silenciosamente”? 
- A ti te cae bien el muchacho, ¿verdad?,  has trabajado demasiado con él.
- Cuál muchacho si está más viejo que yo y no tiene ningún porvenir.
- Bien, llámenlo y que él decida.

A pesar de todas sus condiciones, escogí la vida.  Escogí el reto de regresar al mundo y denunciar lo que ocurre en ese lugar, que ni siquiera sé exactamente en dónde está.  Mientras planeo mi futuro, voy caminando sobre estos durmientes que adivino con los pies, porque me quitaron los ojos y no puedo ayudarme con un palo porque tampoco tengo manos.  Este aire que me revuelve el cabello me alienta a continuar y esta rabia largamente reprimida me dará la fuerza para aprender a escribir, como muchos han aprendido a pintar con los pies.     Siento que mis padres están vivos, que jamás aceptaron las explicaciones que les hayan dado, y me ayudarán.  Estos meses de recuperación tras las operaciones, me han ayudado a recobrar la energía y, sobre todo, la esperanza de salir, de buscar a los míos!  Sé que necesitaré tiempo para aclarar los recuerdos, tiempo para ordenarlos y lanzarlos al mundo – aunque quizá  nadie me crea.  Sólo necesito  llegar a ese pueblo, necesito encontrarlo... si es que no aparece de pronto un tren que me haga pedazos.
  
                    < < < < < - - - - - > > > > >                           2003

No hay comentarios:

Publicar un comentario