domingo, 22 de enero de 2012

COMO TÚ Y YO

Una vez más, como tantas otras, sentadas una frente a la otra, en silencio, cada cual engullendo la comida y masticando sus pensamientos, en dos mundos distintos y diametralmente diferentes.  La mayor, con la cabeza blanca, la espalda encorvada por el paso de los años y una tristeza permanente en su rostro.  La otra, que ya en su cabeza brillan las canas, deseosa de no llegar a vieja, en una lucha constante por conservarse y seguir siendo joven.  Cualquiera que pudiera obsevarlas durante las comidas rituales, siempre ensimismadas y ausentes, no sabría si son hermanas, madre e hija o simplemente amigas.  Pero podría ver a dos seres compartiendo su frustración y su amargura, así como hay tantas parejas, así como tú y yo.

Claudia, la mayor tiene siempre a su lado un hermoso perrito a quien prodiga todo el amor y toda clase de atenciones.  En su mundo sólo existen ella y su mascota.  Es feliz jugando con 'Estopa', a quien llama hijo, para compensar la enorme falta que le hace el verdadero.  Mas cuando el pequeño enferma, Claudia pierde el sentido de la razón y un fuerte deseo autodestructivo, que siempre ha existido en ella, la empuja a enfrascarse en esa pena hasta la desesperación, que casi roza la agonía.  En esos momentos, más que nunca, todo a su alrededor desaparece y sólo importa su dolor, la enorme pena que la consume. Durante esos lapsos la cortina que existe entre las dos mujeres se hace más espesa, más lúgubre, impenetrable.

Mientras tanto, Aurora se refugia en su interior - sus sueños o sus pesadillas.  Platica constantemente consigo misma, En la calle no ve a nadie ni le importa nadie. En su mundo imaginario sólo existe ella y los personajes que intervienen en sus discusiones, peleas, pláticas, juegos, romances....Los vive y los llora aunque sean momentos irreales que se encadenan unos a otros durante el día, tan irreales como los diálogos y las situaciones en que se desenvuelven, pero tan irreal como su vida cuajada de ensoñación y soledad.

Desde la adolescencia, Aurora se percató de la soledad en que viven todos, en lo inútil de querer comprender o ser comprendido, porque nunca, nadie, podrá sentir lo que al otro le pasa.  Poco a poco, fue creando su propio mundo, ocultando sus penas y tratando de dar lo mejor, buscando el afecto de los demás para compensar el desamor de sus padres.  En la madre con quien vivía, buscarlo era inútil, por lo que trató de ganarse el cariño del padre, quien las había abandonado.  Mucho buscó ese acercamiento, sin conseguirlo, ya que quien pretende dar algo para obtener un algo, saldrá defraudado.  Con las manos y el alma vacías regresába de sus muchos intentos en los años que procuró la relación, hasta que decidió enterrarlo en su corazón y se olvidó de insistir en regar una planta con raices secas.

Sentadas, una frente a la otra, sin cruzar palabra las más de las veces, conviven a ratos cortos, ya que fácilmente se levantan discusiones por nimiedades.  Por las mañanas, casi siempre, Claudia se despierta malhumorada debido a las reumas o a sus eternas pesadillas o simplemente por su constante depresión que la hace apasionadamente negativa, hasta el grado en que ella misma confiesa "si no sufro siento que no estoy viva".  En muchos aspectos se nota que en verdad busca el sufrimiento, urgando la nostalgia por todo aquello que pasó, pero que en su momento tampoco supo disfrutar.  Lamenta su existencia exigiendo lo que no tiene y despreciando lo que recibe. 

Pero Aurora ¿por qué sigue a su lado, por qué no se va?  ¿Qué es lo que realmente la ata a esa situación? ¿Acaso el cariño por su madre es tan grande que la ayuda a sobrellevar esa deprimente situación?  No, ya no, el inmenso amor que tenía por ella se fue degradando con el tiempo, la indiferencia y los resentimientos.  Ahora no queda más que un instinto protector y de humanismo hacia la anciana.  ¿Será verdad? o es que en realidad sigue necesitando su presencia, su cariño, ya que no supo o no pudo reemplazarlo con otro.  La inseguridad y el desamor la hicieron alejarse de la gente y su 'amor' siempre supeditado a convencionalismos.  Nadie podía entender, ni siquiera ella misma, lo deseosa que estaba de cariño y lo mucho que luchaba por salvarse, aparentando lo contrario, pero a cada desaire, a cada ilusión fallida, a cada promesa incumplida, se veía sensiblemente afectada, enconchándose cada vez más, muriendo la esperanza de encontrar a la persona que redimiera su confianza en la capacidad del amor humano.

Por ello, también se reugía en el cariño de una mascota, único punto en común que existe entre las dos.  A ese pequeño ser le puede confiar y dar su cariño libremente, ya que jamás la recriminará, jamás la humillará.  Sólo ellos saben entregar su cariño sincero sin condiciones, aunque reciban tan poco, las más de las veces. 

Curiosa pareja, las dos necesitando desesperadamente amor, rechazándose siempre, aislándose en sus penas o desilusiones, ocultando sus pesares en un silencio más doloroso que cualquier disputa - reflejo de la indiferencia a la que han llegado.  Sin embargo, en lo profundo de cada una , hay amor por la otra, afecto, preocupación, pero han perdido el sendero de la comunicación.  Así que, toda palabra o actitud resulta molesta, mal interpretada, hiriente o abiertamente humillante.  Y a pesar de todo, siguen juntas.  Aurora, cuando era más joven, trató varias veces de liberarse, de huir, pero Claudia siempre supo disuadirla y ella, aunque era consciente del chantaje, cedió una y otra vez, hasta que dejó de intentarlo, tratando de recomenzar y olvidar, pero ¡qué difícil es olvidar para una mujer!  Siempre queda el resabio de las palabras pronunciadas con rabia, desprecio, rechazo y rencor.  Por eso, nada ni nadie puede borrarlas y el sólo recuerdo hará sangrar la herida siempre.

Pero Aurora ¿por qué cede y vuelve a ceder?  Quizá se ha resignado a esa situación, como a tantas otras que la vida impone y contra las que no se puede hacer nada?  ¿Será para domar su carácter rebelde y agresivo, siempre inmiscuyéndose en problemas por las 'causas justas' propias y ajenas, desahogando de esa forma su inconformidad, su eterno doblegarse para salvar una situación dolorosamente repetitiva, esa rabia nacida de la diaria lucha ente el deseo de huir y el terrible sentido de responsabilidad.  Aunque, ella también le teme a la soledad, pues sabe que por lógica le quedan más años por delante y pasará una vejez solitaria.  Pero ni así acepta buscar una compañía, no desea seguirse doblegando toda la vida ante nadie, ni cree en el 'gran amor'.  Será por eso que trata de mantener los lazos con quien le ha demostrado su amor, aunque en contadas ocasiones y su desamor en muchas.  Por ello se ha ido preparando para el inevitable momento de la separación, aunque en el fondo le asusta, y por ello endulza, en lo posible, los pocos momentos en que las relaciones están tranquilas.

Así ha transcurrido la mayor parte de sus vidas y no hay mucho que esperar.  Sólo la muerte de alguna, o quizá ni eso, podrá romper el lazo invisible, pero poderoso, que las une.  Cada una soñando y esperando la mágica solución:  Claudia, tener mucho más que una hija abnegada y sumisa:  Aurora, tener el valor suficiente para emprender su propia vida.   Así pasan su existencia, esperando que algo las empuje hacia la salida que no se atreven a encontrar.

Mientras tanto, los días pasan uno a uno y ellas, una frente a la otra, en su silencio, en su mundo, en sus penas o en sus sueños, continúan cada una sin cruzar palabra, engullendo la comida y masticando sus pensamientos.

                   < < < < < - - - - - > > > > >                        1987

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