domingo, 25 de noviembre de 2012

CHANO Y CHON (2a.parte)

Al día siguiente Chon estaba que brincaba de nervios afuera de la iglesia, al sonar las 10 y ver que Chano no aparecía.  Dieron las 10:15,  las 10;30,  las 10:45 y hasta las 11 vió la figura del compadre que venía caminando  con toda parsimonia.

 -         Compadrito Chano, qui bárbaro, creiba qui no venía.  Son las 11 y dijimos a las 10.
-         Hasta hace rato desperté.  Total el que quiere hablar conmigo es él,  yo..... ni ganas.
-         El padricito tiene sus quihaceres...  miré ahí está y nos llama.  Andile, andile, no si quide atrás.

El padre Juan los esperaba a la entrada del templo y como había prometido, sin sotana.  Se encaminó por fuera de la iglesia a un despacho que tenía junto al jardín.  Ahí se quedó Chon esperándolos.  Pasó el tiempo, el sol cambió de este a oeste, mientras Chón se acababa las baldosas alrededor de  la fuente y la puerta de la oficina no se abría.  Después de cuatro horas, Chano salió con el entrecejo fruncido y sin acordarse de Chón, se alejó con grandes pasos.  Cuando se asomó el padre Juan por la puerta, tenía cara de agotamiento.

-         Qué bárbaro!  su compadre es muy ‘léido y escribido’ en verdad.  Lástima que se ha creído que siempre tiene la razón y todos los demás somos unos brutos.  Vamos a ponerle una veladora a la Virgen y a rezarle un rosario, quizá ella como mujer, sepa llegar a su corazón.

Chón no tuvo tiempo ni de abrir la boca.  Sus esperanzas se hicieron añicos.  Mudo y triste, siguió al sacerdote hasta el altar y juntos entonaron una plegaria de ilusión y esperanza:Dios te salve María.....
  
-         Buenos días Chon, cómo van las cosas, ya se compusieron?
 -         Güenos los tenga su mercé.  Pos yo crío qu’igual.  Chano ya se jue... triste,  quen sabe si vuelva.
 -         Y Doña Chona?
 -         Pos si quidó chillando.... qui a lo mijor ya no lo volve a ver.  A ratos s’inoja porqui mi compa le dijo esto o l’otro.  A luego se apachurra porqui quisiera abrazarlo, pero ... istán enredados, ¿virdad padrecito?
 -         Sí Chon, se han enredado sus sentimientos.  Mira, esta tarde te prometo que iré a ver a Chonita... y que el Señor me ilumine para que tenga mejor suerte esta vez.
 -         Ay, padricito es aste un santo!  gracias, muchas  gracias por ayudarlos..  mijor le aviso qui a ella tampoco li gustan los curas.
 -         No te preocupes Chon y estáte tranquilo, que tú yo estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos, pero la solución tiene que salir de ellos (por desgracia).  Y aunque a Chona no le gusten los curas, me recibirá y no te preocupes en avisarle.

Esa misma tarde se presentó el padre Juan en casa de Doña Chonita, quien al abrir la puerta se quedó turbada de ver al sacerdote en el umbral.

-         Buenas tardes hija, soy el padre Juan, encargado de la parroquia del pueblo.  Por cierto que nunca te he visto por allá y por eso vengo....
-         Entonces ha venido para llevarme de una oreja? 
-         No, por Dios mujer, sólo quiero platicar un poco contigo.  Ya estás grande y debes reflexionar sobre algunos puntos de tu vida....
-         Yo soy como soy y no voy a cambiar, así que no tiene caso venir con sermones, señor cura.
-         No pretendo que cambies, ya es tarde para eso, sólo que te reconcilies con Dios y con la vida.  Mira, déjame pasar y te lo explicaré, aquí afuera el sol todavía está muy fuerte.

No le quedó más remedio a la anciana que abrir la puerta de su humilde casa y permitirle la entrada al sacerdote.  Le ofreció agua de limón fresca y se sentaron a hablar.  El párroco fue directo al grano y en las tres horas siguientes sólo se trato este asunto.  Doña Chona a veces lloraba humilde, de pronto maldecía y despotricaba contra todo, para luego centrarse en la incomprensión de todos.  Finalmente cuando la charla terminó, sin haber llegado a nada, el cura se despidió amablemente y salió totalmente desconcertado.  Tomó el camino de la iglesia y un poco adelante se encontró con Chon, que lo esperaba con una gran sonrisa de esperanza.

-         Qui tal salió todo, padricito.   
-     No lo sé Chon, cada vez los entiendo menos.  (Porqué me metiste en este enredo, Señor)  Vamos a la iglesia Chon a prender una lucecita y rezarle a la Virgen.... creo que no nos queda de otra.  Anda, vamos.

Pasó el tiempo y en el altar de la Virgen, todos los días, Chon, prendía una ‘luz’ y elevaba una plegaria, como le había enseñado el párroco.  Aunque en lo exterior no se viera ningún cambio, él no se desanimaba.

Una tarde lluviosa y fría Dona Chona cayó en cama con pulmonía – estaba muy débil.  Hubo complicaciones y apenas alcanzó el tiempo para avisarle a Chano que se viniera de volada.  Al llegar, la cara de la anciana se iluminó y sólo alcanzó a decir, con todo el amor que siempre sintió por él,  “hijo de mi vida”.  Con una sonrisa en la boca, expiró.  Chano abrazó el cuerpo tibio de su madre, lo llenó de besos y dulces palabras, volcando todo lo que había guardado por tanto tiempo.

-    Qui lástima qui ya no l’oiga, virdad padri Juan?   Si hubiera lligado un poquito antis.....
-         Te equivocas Chon, ella está ahí todavía, oyendo todo lo que en vida hubiera querido oír.  Dentro de un rato que parta finalmente, se elevará llena de felicidad al comprobar cuánto la quiso siempre su hijo.

Chon no atinó a decir nada, compartía el dolor de su compadre en carne propia.  Sin embargo, sus ojos llenos de lágrimas se iluminaron de alegría al pensar  que “entonces las lucecitas a la virgencita sí sirvieron, entonces sí sirvieron”.  Salió de la casa y en la oscuridad de la noche levantó la cara al cielo para agradecer lo que acababa de contemplar y con los ojos bien abiertos esperó unos momentos hasta ver aparecer en el firmamento, el nacimiento de una nueva estrella.
           
          < < < < < - - - - - > > > > >        1990
   
   

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