domingo, 18 de noviembre de 2012

CHANO Y CHON (la. parte)

-         Güenos  días tenga aste, siñor cura.
-         Buenos sean para ti también, Chón.  ¿Qué milagro es éste que te acercas a la casa de Dios?
-         Ay padricito, es qui quero confesarme.
-         Ah caray! debes traer algo muy gordo, para que me busques.  Pues qué es lo que has hecho?
-         Si no si trata de mí, sino de mi compadrito Chano y su querida jefecita.
-         Oye, oye, ¿cómo vas a confesar tú los pecados de otros?  solo puedes confesar las cosas malas que tú hayas hecho.  Pero por lo visto, vienes a traer chismes de la vida de otros y eso no está bien.
-         No siñor cura, si yo no soy vieja p’andar en el chisme.  Es  qui me preocupa riti harto lo qui les pasa y quiro platicarlo pa’ver si aste puede hacir algo.
-         Bueno, eso ya cambia la cosa!  Entonces no vienes a confesarte Chon,  sólo buscas un consejo y yo trataré de ayudarte con la guía de Dios, puedes estar seguro.  Vamos para adentro a tomarnos un vaso de limonada.

El sol en lo alto del cielo quemaba con furia el suelo seco, calcinando aún más el polvo suelto que volaba por doquier.  Los dos hombres penetraron a la pequeña iglesia erigida dos siglos atrás por misioneros franciscanos.  Cruzaron la nave, saliendo, por una puerta lateral cerca del altar, a un jardincito muy bien cuidado, con una fuente al centro y grandes árboles que refrescaban con su sombra el lugar.

-         A ver Chon, sentémonos en la fuente y cuéntame tus problemas, mejor  dicho  los problemas de tu compadre.  Clemente!  Clemente!  trae dos vasos de limonada, bien fría, por favor.
Qui no vamos a hablar en los cuartitos oscuros qui hay dintro de la iglesia?  Mi gustan más.

-         No Chon, los confesionarios son para decir nuestras culpas.... y tú vienes a decir las ajenas.
-         Aquí hay harta luz padricito y me da pena.
-         Esa luz la manda Dios para que aclares tus ideas.  Así que empieza ya, que tengo muchas otras cosas que hacer.
-         Güeno, pos verá... haci unos días vino Chano.... ¿si acuerda qui si había ido del pueblo y qui su jefecita si quedó solita, sospira y sospira  y qui cuando estaban juntos a cada rato se disgustaban?
-         Sí hijo, ya TODO eso lo sé.   ¿Y...?
-         Isqui ahora sistán piliando otra vez...
-         Será que les gusta pelear,¿ no?  ¿Qué quieres que yo haga?
-         Padricito, aste qui está cirquita dil gran siñor, dígale qui los regañe, qui en sus sueños lis hable y los haga intender.  Ellos si queren mucho, padricito, diveritas! piro no antiendo quí les pasa.  Chano siempre quere educar a su jefecita, como si ansina juera su hija y doña Chonita quere qui Chano cambie, qui la mime y consenta como niña, piro qui no la iduque!  Yo sé lo qui les pasa a los dos y sufro mucho, pos los quero.  Doña Chonita llora y dice qu’il compadre no la quere, no l’aguanta.  Y Chano sufre poqui no puede darle todo el amor qui sente por ella. ¿Aste intiende algo?
-         Ah chingao!  pe... perdon Dios mío  Oye pues la cosa está bien difícil!  Tú crees que si voy a hablar con ellos....
-         Los dos son ri-tercos padricito... piro son güenos.
-         ¿Qué otra cosa podemos hacer?  no se me ocurre nada.
-         Habir si puedo trair a Chano, aunque is rijego a las enagüas de los curas.... ay, pirdón padricito -  pa’qui hable con su mercé, quizá logri algo con él, porqui doña Chonita es más difícil, qui dizque fue soldadera y nomás sus chicharrones truenan... ansina de aferrada es la condenada.
-         ¡Caramba, carambolas!  Bueno, pues empecemos con Chano.  Te prometo quitarme las enagüas y hablar con él de hombre a hombre.
-         Gracias, mil gracias padricito, istoy siguro qui compondrá todo, aste habla ri-bonito.  Mire asté, las lágrimas se me salen... de puro contento.  Antonces mañana a las 10 si lo traigo y gracias.... muchas...
-         Ve con bien hijo mío y la luz de nuestro Padre reconforte tu corazón.

Chón se retiró apresuradamente, casi corriendo cruzó la iglesia para salir de nuevo a la calle.  Estaba radiante de felicidad.  Se fue directo a la casa de su compadre.  Él no estaba y se quedó a esperarlo hasta que llegó al anochecer.

-         Caray compadre Chón, qué gusto de verlo por esta su casa!  Pásele, vamos a tomarnos una cervecita pa’calmar el calor, aunque a esta hora ya está más decente.  Dos años fuera y ya no aguanto el vaporcito.
-         Uy, compa Chano, qui ixagerado es aste, si estamos en invierno.  Y cómo es el calor allá por dondi andaba?

Los dos amigos se pusieron a platicar de la vida de allá, de los sucesos de acá, de lo bueno y malo de allá, de los pros y contras de acá.  Pasaron horas y Chon no sabía cómo empezar el asunto de ir a la iglesia.  Al despedirse no tuvo otra que hacerlo.

-         Pero ya ni la friega compadre, cómo cree que voy ir a hablar con el enagüitas ese  Ya sabe lo mal que me caen los curas, ¡bola de hipócritas!
-         Ansina lo si compadrito, piro haígamelo como un favor.  Nunca li he pidido nada.  Virda, qu’ira?
-         Cómo será compadre, abusa de mi cariño a usted.  Está bien, iré mañana a las 10, haber qué tiene que decirme ‘ese’ que ya no sepa.   Pero óigame bien, que no se le vuelva ocurrir otro favorcito...
-         No, no compadrito, no sirá nicisario, con una vis será suficiente ( y qui Diosito ilumine al padri Juan).

Continuará  < < < < < - - - - - > > > > >     l990

No hay comentarios:

Publicar un comentario