domingo, 7 de octubre de 2012

ENAMORADO

Las olas saladas retumbaban en el acantilado con cavernoso rugido que se esparcía sobre la superficie del agua y hacia abajo, a muchos metros.  Llegaba hasta el hábitat del tritón e incrementaba la languidez de su canto por todo lo que no fue…. ni sería nunca. Una tristeza que a veces lo perturbaba: si hubiera nacido en otro cuerpo, como….pero tan sólo era un sueño.  Se alejó lo más posible de aquellas reverberaciones, que no sólo lastimaban sus oídos, sino también su corazón, ya que no quería albergar imposibles.

Se fue a su islote preferido a nadar tranquilo en la gruta donde la luna llena entraba lentamente, esparciendo chispas brillantes por  todo el espacio, lo que lo confortaba y hacia que olvidara sus tontos sueños.   Se tiró a descansar sobre un lecho de arena, disfrutando del suave rumor del viento y el golpeteo del agua al chocar con las rocas.  Un destello brilló en el agua cuando el rayo de luna lo alcanzó.  Se acercó, curioso, hasta aquello.  Parecía una pelota de muchos colores y el mismo brillo no le permitía ver de qué se trataba.  Con cierto resquemor alargó el brazo, sumergió la mano permitiendo que descansara en su palma.  Era una esfera liviana, frágil… pero algo había adentro.  Algo que se agitaba mucho en su interior.  Estuvo un buen rato observándola, hasta distinguir las alas azules de una mariposa.  Se acercó a una orilla, la depositó sobre las rocas y se quedó absorto en su contemplación.   El aleteo iba espaciándose y al reanudarse era sólo por breves instantes, hasta que dejó de moverse.

Espantado, el tritón la sumergió en el agua para que reviviera.  La dejó flotando sin perderla de vista.  Cuando ya se daba por vencido notó un ligero movimiento.  ¿No será que le falta aire? pensó.  Sin sacarla del agua, acercó la esfera a la pared rocosa, contra la que intentó romperla.  Primero suavemente, pero al ver que no cedía, fue aumentando la fuerza del impacto.  Nada, no había ni un solo rasguño sobre la superficie cristalina.  La mariposa, quietas sus alas, lo miraban fijamente.  Sus ojos  le pedían ayuda.  No sé qué hacer para sacarte de ahí, bella criatura.  Con profunda tristeza sus ojos recorrieron el entorno buscando algo que pudiera ayudarlo.

Desde lo lejos, las dulces notas de la flauta que solía tocar el ermitaño, llegaron hasta él.  Pues claro, él sabrá qué hacer.  Con la esfera en la mano se sumergió por el río subterráneo y llegó a un cenote, cuyo techo, a diez metros de altura, tenía un hoyo que permitía el paso de la luz  y encendía aquel recinto, lleno de raíces y estalagmitas.  Gritó repetidas veces, hasta que el hombre se asomó por la abertura.  ¿Quién me llama? dijo,  asomando la cabeza.  Buen hombre, tengo un problema y sé que tú puedes ayudarme.  ¿Cómo lo sabes?  Porque tú me respondiste.  ¿Cuándo?  Al pedirle ayuda a la naturaleza; baja y lo verás. 

Por el rayo de luz que penetraba desde lo alto de la bóveda, descendió un hombrecillo delgado, melena castaña y ojos penetrantes.  ¿Qué se te ofrece?  Mira, encontré esta esfera y tiene un pequeño ser alado en su interior, he querido romperla y no puedo.  ¿Y para qué quieres romperla?  Es que… me parece que se está muriendo y es tan bella que quisiera salvarla.  Pero si está ahí adentro es por algo, comentó el ermitaño.  ¡Mírala bien! No puedes dejarla encerrada, por favor ¡sálvala!  ¿Y qué te hace pensar que yo sí puedo romper la esfera?  Tú te puedes comunicar con la naturaleza, por eso me respondiste, pregunta cómo hacerlo.  El hombrecillo se quedó pensativo unos instantes.  Dámela, ahora vuelvo.  ¿Qué vas a hacer?  Confía en mí.  Y se elevó por el mismo rayo de luna, hasta salir al exterior.

El tritón se quedó preocupado, yendo de un lado a otro, sin salir de la poza.  ¿Por qué me ha impresionado tanto ese diminuto ser?  ¿Quizá yo también me siento atrapado dentro de este cuerpo, aunque no sea una burbuja de cristal?  Siempre me he sentido feliz  saltando entre las olas,  libre de ir y venir por donde me place, aunque a veces me entra esa nostalgia que me jala hacia no sé dónde.  Ahora, esa mariposa me ha perturbado… me ha reflejado algo en mí que no conocía.  ¿Qué estará haciendo ese hombre, que tarda tanto?

Al cabo de mucho rato volvió a bajar el ermitaño con la esfera en la mano.  Al entregársela, el tritón notó que estaba estrellada.  Ahora si la golpeas contra la roca se romperá.  ¿Y por qué no lo hiciste tú allá arriba y la dejaste volar libremente?  Porque tú la encontraste y tú tienes que darle la libertad.  Enseguida tomó la burbuja y con mucho cuidado le dio un golpe en la roca, que la hizo pedazos.  La mariposa apenas movía sus hermosas alas, abrió los ojos y se quedó mirando al tritón.  ¡Tienes que moverte! anda ya puedes irte a donde quieras, la urgía el tritón.  Dale tiempo, tiene que tomar fuerzas, creo que ha estado prisionera mucho tiempo.  Dime, qué hiciste para lograrlo.  Fabriqué un papalote y la até a la cola, el viento y los rayos selenitas, cuando volaba alto, muy alto, rasgando el espacio, hicieron el resto.  ¡Un papalote! qué ocurrencia, pero…   Tú me dijiste que preguntara y eso me indicaron.  Vaya, pues funcionó.  Mira, ya se mueve un poco, creo que necesita algo de sol y comida, llévala afuera.  Pero, no puedo, para salir hay que atravesar el río subterráneo y ella se ahogaría, por qué mejor tú…  Ya te dije que tú eres el responsable de ella, dado que tú la encontraste; puedo sugerirte…  Sí, si, dime cómo lograrlo; no sé por qué, pero ella tiene que vivir.  Bien,  toma suficiente aire, ponla dentro de tu boca y atraviesa el río lo más rápido que te sea posible, ella respirará tu aliento.  Apúrate, si quieres salvarla.

De inmediato siguió las sugerencias.  Atravesó veloz el río y en cuanto llegó a la gruta, sacó la cabeza, abrió la boca y con mucho cuidado tomó el débil cuerpecito alado, que colocó en su mano y nadó al exterior.  La depositó suavemente sobre la hierba, cuando empezaba a clarear el día.  La veía tan embelesado que no se percató del hombrecillo que se acercaba.  Le he traído una flor con mucha miel para que se reponga; ya verás que mañana podrás contemplarla en toda su belleza.  ¿Hasta mañana?  No seas impaciente, ve a dar una vuelta y déjala descansar, yo volveré.  Al tritón ahora no le apetecía jugar con las olas.  Se quedó junto a ella, mirándola, hasta que el cansancio lo venció.

Cuando él despertó, el sol iluminaba todo, pero la mariposa ya no estaba.  Tomó fuerzas y se fue, sin decirme adiós.  Se quedó tan triste que se sentó en la orilla, sin deseos de hacer nada, sólo miraba a lontananza.  ¿Qué estás haciendo, muchacho, por qué tan meditabundo?  Con un brinco volteó al reconocer la voz del ermitaño que se acercaba.  Ya se fue, sin decirme adiós… no la vi.  No te dijo adiós porque no se fue.  Ah ¿no? pues yo no la veo, dijo
 irritado.  Es que no ves bien.  Por detrás del ermitaño apareció una joven muy hermosa, vestida de azul, con larga cabellera oscura, igual a sus ojos.  El tritón se quedó embobado. ¿Quién es? preguntó. La mariposa que salvaste, contestó el ermitaño tranquilamente.  No puede ser… ¿y ahora, yo que hago… con esta cola… Al mencionar la cola, palpó dos piernas.  ¿Qué hiciste,  eres un mago?

 Simplemente colaboré en los designios cósmicos – era el momento de transmutar.  Así como la oruga se convierte en mariposa, ella se convirtió en mujer… y tú en hombre.  Por eso llegó a ti.    Yo no sabía que había ‘otro’ en mí.  Es lo que a ratos recordabas y extrañabas,  pero esta forma tampoco es la definitiva.   Porque ustedes son, en realidad, seres mucho más hermosos, llenos de luz.

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