domingo, 27 de mayo de 2012

OFRENDA IGNORADA

Las horas se entretejían en el tiempo, al igual que las telarañas que cuelgan en el palacio feudal.  Y entre los cortinajes deshilachados en las enormes salas, se aprecia una brújula que en el pasado lejano guió la nave del primer señor del antaño majestuoso recinto.  En su última travesía trajo, como polizontes, miles de insectos gordos y pesados, de palabras zumbonas, que rápidamente se esparcieron por el feudo y más allá.  La niebla de la desolación cubrió los campos, los bosques, las aldeas y por todas partes, a pesar de la oscuridad, se podía leer la desesperación y oír los gritos del hambre.

Un día se desgajaron los cielos y cayó la tormenta que salvó aquellos linderos, dejando limpias las desnudas piedras.  Entre la cortina de agua, algunos dijeron haber visto un espectro, una figura blanca formada de pétalos translúcidos que brillaban con el resplandor de los truenos, que atravesó la aldea de este a oeste deteniéndose en la plazoleta central; ahí dio tres vueltas y después se perdió en la lejanía.

Cuando el sol salió, la gente del lugar recomenzó con bríos las labores del campo y la limpieza de las aldeas.  Todo iba volviendo a ser como antes, hasta que alguien murió sin razón.  A los 21 días se presentó otro deceso a la misma hora… y luego otro y otro y otro.  Mas como esto ocurría en diferentes aldeas del gran feudo, nadie lo relacionó.  Hasta que llegó un caminante que venía de tierras lejanas y habiendo atravesado gran parte de toda la región, se había percatado de la coincidencia en las fechas de las defunciones.

Una vez que llegó cerca del palacio del señor feudal, pidió audiencia con él.  Dos días después fue conducido al palacio.  Ante un grupo de altos personajes explicó sus observaciones y mostró las anotaciones que había ido recopilando, con las fechas, el nombre del difunto y la región en que ocurrió.  Todos quedaron perplejos y muchos le creyeron un farsante que había inventado ese cuento para sacar provecho propio. <Es un espía del señor de H. Se presenta como amigo, pero hay algo que… No podemos creer sólo en su palabra.>  Los más poderosos eran los más desconfiados e hicieron todo lo posible para que su Señor Feudal no se dejara engañar con la ‘buena voluntad’ de aquel desconocido.

Tratando de convencerlos y evitar más muertes, el caminante pidió le llevaran al sitio donde el espectro se había detenido, como le habían platicado los aldeanos durante su recorrido.  Así lo hicieron.  La comitiva entera lo acompañó, unos deseando que quedara en ridículo, otros que les diera una solución.  Ya en la placita le indicaron el lugar aproximado.  ¿Las vueltas eran hacia la derecha o a la izquierda?  A la derecha y fueron tres.  De una alforja, el caminante sacó un pequeño rectángulo facetado de cuarzo blanco.  Lo sostuvo con unas delgadísimas pinzas de oro y empezó a caminar procurando que el sol traspasara el cuarzo y llegara un nítido rayo de luz a las baldosas.  En un determinado punto, el rayo de luz brincó.  Aquí es, hay que excavar. 

Los miembros de la comitiva y todos los mirones que se habían reunido, estaban atónitos.  Trajeron palas y levantaron el piso.  <Esperen, denme una pequeña cuchara  para cavar.>  Debía tener mucho cuidado.  Tras quitar un poco de tierra encontró una esfera hecha de hilos iridiscentes y una piedra negra en su interior.  <Este es el amuleto de la muerte, cuyo fin es no dejar vivo a nadie.  Habrá que destruirlo siguiendo un ritual estricto, cuyos pasos les….>

<A quien hay que destruir es a él.  Nos trajo la desgracia.  Son puros cuentos.  Quizá fue él quien lo enterró.  Cómo es que supo dónde encontrar ‘eso’.  Seguro es un brujo negro.  Que muera, que muera...>

<Bendito el cielo que llegó este hombre.  ¡Tiene un cristal mágico! Él evitará que sigamos muriendo.  Se le notan sus buenos deseos.  Sí, tiene cara de ángel.  Los ángeles lo enviaron para salvarnos….>

Sin escuchar las indicaciones que empezaba a darles el caminante, ni las protestas del vulgo, los poderosos ordenaron a la guardia que lo llevaran a las mazmorras.  La esfera fue pisoteada y la piedra negra se aventó a un pozo.  Todos los aldeanos de aquella comarca feudal fueron muriendo progresivamente, sin importar que tan lejos se fueran a vivir.   El caminante murió de tristeza

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