domingo, 1 de abril de 2012

OSADÍA

La figura de una mujer se deslizaba por entre la hierba baja llegado el ocaso.  Para cuando la luna saliera esperaría  que un rayo tocase su cuerpo para contactar con el otro mundo y conocer el veredicto de los Señores de la Oscuridad.

En luna nueva, Irina había ascendido hasta el Peñasco del Diablo para llevar a cabo un ritual mágico, que había descubierto en un recetario antiguo, del cual nunca había oído hablar.   El cual contenía instrucciones muy detalladas para la elaboración de pócimas, filtros, infusiones, lociones, ungüentos, etc. , con múltiples fines.   Entre la gran variedad de posibilidades, encontró algo que la cautivó:   transformarse en cualquier animal, durante el tiempo que durasen los efectos del brebaje y según la cantidad ingerida.  ¿Sería posible volverse…una paloma…una serpiente… una liebre…?  Recordó al perro guardìán de la torre solitaria en la alta montaña, rodeada siempre de profundo silencio.  ¿Qué había en el interior, que era necesaria la presencia de aquel perro que mas bien parecía león?  A cuantos había preguntado no supieron darle una respuesta y tampoco parecía importarles en lo absoluto.  Pero en Irina había crecido la curiosidad, hasta volverse una obsesión.

Tenía la solución en la mano y no la desaprovecharía.  Pensó en convertirse en un animal pequeño que pasara entre las patas del perro sin que lo notara… ¿un ratón? Pero le tomaría demasiado tiempo llegar hasta la torre.   Mejor un ave… pero no grande y de color pardo.  Aunque en la torre no se veía ninguna  ventana,  un pajarillo podría encontrar algún hueco.

Una vez listo el brebaje, lo tomó y emprendió el vuelo.  Iba encantada disfrutando el paisaje.  Llegó hasta la pared de la torre,  oteando por dónde andaría el guardián.  Al no verlo se fue hasta lo alto, pensando descender en círculos hasta encontrar una entrada.  Cuál sería su sorpresa al encontrar que ¡la torre no tenía techo!  Llena de júbilo se precipitó al interior, sin pensarlo.  Era como un embudo, con la base el doble de ancho que la cúspide.  Sólo había paredes de piedra,, a las que se pegaba Irina, por instinto.  Llegó al suelo y no había encontrado ¡nada!   No es posible, pensó, para qué cuidar de día y de noche un montón de piedras.  Qué desilusión.  Levantó el vuelo libremente cruzando el espacio, pero se topó con algo que la hizo caer.  Se talló la cabeza y abrió más los ojos. ¡ No veo nada!!  Con cuidado y tanteando con sus alas, fue rodeando la superficie lisa.  ¿Qué podía ser aquello?  ¿Quiénes habían construido ese lugar?  ¿Cómo podía estar “algo” ahí y no verse?

Los rayos de la luna empezaron a resbalar por las paredes y una esfera empezó a hacerse presente. Irina voló al suelo y se pegó a la pared, asustada.  ¿Qué está pasando?   Al llenarse toda la boca del techo con la luz de la luna, la esfera parecía de nácar, enorme y con muchos signos grabados.  Empezó a girar,  cada vez más rápido, generando tanta energía que  Irina estaba literalmente clavada a la pared, aterrada.

De la esfera surgió un rayo purísimo,  en respuesta a la luna, que se elevaba recto y potente, fundiéndose los dos.  Sostuvo su vibración mientras el rayo lunar seguía su camino, subiendo por las paredes del lado contrario de la torre, hasta desaparecer.  En ese instante la vibración cesó,  la esfera volvió a desaparecer y el ave cayó desfallecida al suelo.

Cuando volvió en sí, en lo alto de la torre el día empezaba a clarear.  Aún mareada, se levantó  y con mucho esfuerzo fue subiendo pegándose a la pared  hasta el no-techo, que le parecía terriblemente lejos.   Al salir ya los efectos de la pócima empezaban a desvanecerse, así que decidió aventarse al vacío y planear tan lejos como le fuera posible.  Abrió sus alitas y se lanzó en línea perpendicular hasta alcanzar unos matorrales, donde cayó como criatura humana, lo bastante lejos de la torre y su vigía, aunque también, demasiado lejos de su casa.  Le faltaban las fuerzas y le dolía el cuerpo.  Se quedó dormida

Al despertar, el sol había pasado el cénit.  Alarmada , se levantó y notó que su cuerpo no le dolía.  Más tarde se pondría a reflexionar, pues el camino era largo y al pensar en su casa en un instante se encontró frente a la puerta de la entrada.  Esto sí la espantó.   ¿Qué había sucedido?  Por lo visto el efecto del brebaje tenía sus consecuencias.  ¿Y qué explicación daría a sus padres de dónde estuvo toda la noche?  No podía hablarles sobre el recetario, ya que ellos no sabían nada ¿o sí?  Lo había encontrado en el sótano, muy, muy escondido ¿u olvidado? Entonces, Ágora, su madre, salió a recibirla con la angustia en los ojos, para decirle que el alcalde la esperaba.  ¿Para qué?  Él mismo te lo dirá, ha sucedido una desgracia.

El alcalde, un hombre alto, grueso, de rostro adusto, empezó a interrogarla. ¿De dónde vienes?  Salí a dar un paseo corto.  ¿A qué hora saliste?  Al despuntar el alba.  ¿Fuiste a ver a alguien?  Sólo quería respirar aire fresco de la mañana.  ¿Hablaste con alguien?   No.  Muéstrame tus zapatos.  Irina obedeció entregando uno de sus zapatos.  Hay un poco de arena  y por aquí cerca no hay arena.  Es que llegué hasta la orilla del río y por ahí.. a veces…. ¿No dices que fue un paseo corto y el río está a más de una hora?  Bueno, es que no me di cuenta del tiempo.   Esta arena es negra, como la que hay cerca de la torre prohibida.  No , no es negra, es que está llena de lodo.  Irina sintió que se abría la tierra.  El hombrón dio media vuelta y salió diciendo, volveré.

¿Qué es lo que pasa, cuál es la tragedia, mamá?  La máscara del sacerdote se había encontrado ensangrentada cerca de la torre.  Su cuerpo ha desaparecido.  ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?  Están interrogando a todas las muchachas del pueblo, parece que había pisadas de mujer.  Irina se quedó pensando.  ¿Sólo las muchachas podemos atacar a alguien y arrastrarlo para esconderlo por algún sitio…una mujer mayor no puede?  ¿O un hombre con zapatos de mujer?  No lo sé, hija.  Esperemos que todo se aclare pronto.

A los dos días volvió el alcalde con un ayudante para informarme a Irina que sería expulsada del pueblo, por ser la única sospechosa de la desaparición y muerte, quizá, del sacerdote.  Ellos seguirían buscando el cuerpo y de comprobarse el asesinato, irían por ella para hacerle un juicio.    La familia se quedó de una pieza ante semejante  noticia.  Isamel, su padre, se negó a aceptar tal arbitrariedad.  Por más que alegó y expuso razones, la autoridad no se inmutó.  Le dieron dos horas para tomar sus cosas.  Volverían por ella.  Después de cinco horas de viaje por caminos empedrados y desconocidos, llegaron a un caserío en precarias condiciones.  Se bajaron de la carreta  y entraron en la casa más grande, donde los recibieron tres hombres de piel verdosa, delgados y baja estatura.  Aquí te quedas hasta que todo se aclare, le ordenó el alcalde.  Bienvenida a este hermoso villorio, , dijo uno de los cetrinos.  Esto no es una cárcel, puedes andar libremente, dijo otro.  Aunque los alrededores son muy peligrosos y no es conveniente alejarse mucho… hay muchas serpientes venenosas, concluyó el tercero con voz socarrona.

En efecto, aquel caserío estaba enclavado en un claro de  un kilómetro,  circundado por gruesas cuerdas que lo separaba de la selva . Había cinco cabañas para hombres y cuatro para mujeres.  Y sin noción de por dónde quedaría su pueblo, a Irina le sería imposible aventurarse por aquellos parajes.  En la choza en la que la metieron  había otras dos mujeres de lejanos pueblos, de los que Irina jamás había oído hablar.  La cabaña más grande  era el comedor.  Las labores de limpieza general eran realizabas por los “huéspedes”.

A los dos días, Irina ya se sentía desesperada.  De seguro las autoridades no harían nada para esclarecer la situación, pues ya estaba encerrado su chivo espiratorio.  Pero, entre las cosas que había empacado, estaba el recetario mágico y los ingredientes que pudo reunir en el poco tiempo que le dieron.  ¿Cómo haría para desaparecer sin que las compañeras se dieran cuenta?  Se puso a buscar una fórmula que llevara pocos ingredientes, o mejor sólo palabras, para hacerlas entrar en un sueño  profundo. y Encontró justo lo que buscaba – un conjuro mágico que tornaría el agua simple en un somnífero poderoso.  Por la noche  salpicó con el contenido todo  el interior de la cabaña, quedando en total quietud.  Bebió su elíxir y levantó el vuelo en roma de búho, para ver mejor.  Como no sabía qué rumbo tomar, subió y subió para tener mayor visibilidad, buscando un punto de referencia.  Por fin, vio algo a lo lejos muy semejante a la Torre Prohibida.  Hacia allá se dirigió como flecha.  La figura alta y esbelta era cada vez más nítida.  A poca distancia estaba su hogar… y sus padres.  Encontró una ventana abierta y aunque ya era tarde, su padre estaba en el sillón, cavilando.  En ese momento Ágora se acercaba ¿Qué te ocurre, Isamel?  Tienes que dormir te has pasado los días buscando evidencias, hablando con la gente… sin resultados ¿verdad?  Pues sí, por eso no puedo dormir. Nadie sabe nada… o no quieren hablar.  Mientras, nuestra hija sabrá Dios dónde estará y qué esté sufriendo.  No podemos más que dejarlo en manos de Dios y pedirle…   ¡Dios no está para ver qué se nos ocurre, mujer!  para  eso nos dio inteligencia, manos, ojos, pies… hay que usarlos y no aventarle el paquete, como siempre, para que…  Isamel se calló al ver las lágrimas en los ojos de su esposa.

Irina, en el marco de la ventana se le resbalaron dos luceros líquidos de sus ojos, aunque las aves no lloran.  La aflicción de sus padres la perturbó más que su propia situación.  Papá tiene razón, hay que utilizar los dones que tenemos y buscar la solución.  ¿Qué sería  lo primero y más importante? se cuestionó.  Encontrar el cuerpo… ¡por supuesto!   Aunque con estos ojos de ave alcanzo  distancias mayores que con los míos  y la luna me puede servir  como lámpara encendida.  Pero la luna estaba cayendo y anunciaba la proximidad del sol, así que Irina tuvo que regresar para estar antes que despertaran sus compañeras. 

La siguiente noche volvió a volar rumbo al pueblo., ahora ya bien ubicado.  ¿Por dónde empezaría  la búsqueda?  Sobrevoló los alrededores de la Torre Prohibida, por donde se había encontrado la máscara.   No había plantas aplastadas que indicaran el arrastre de un cuerpo por el lugar.  Quizá lo cargaron y… o lo mataron en otro lugar y arrojaron por aquí la máscara, para confundir a las autoridades.  ¿Y si no estaba muerto?  Una mujer bien pudo traer la máscara y arrojarla por entre las piedras que rodean la torre y todos lo dieron por muerto.  Entonces, quien hubiera planeado todo lo tendría oculto… ¿en dónde?  ¿por qué?  Se dirigió al río con la esperanza de encontrar algo, lo que fuera.  Dos kilómetros río abajo descubrió un cuerpo atorado entre unos troncos, que estaba desfigurado por los animales y las condiciones del lugar.   Y ella, en ese cuerpo no podía hacer nada.  Tenía que informarle a su padre.  Por ahora tengo que regresar y mañana pensaré en la forma de hacerlo.  Regresó al ‘villorio’ ilusionada pensando en su próxima  liberación , una vez probada  su inocencia.  Pero, aunque no sería tan fácil.

Decidió escribir una nota breve, pero explícita,  en un pedazo de papel lo más pequeño posible para llevarlo en el pico sin que le estorbara.  Cuando, por la noche, llegó a su casa todas las ventanas estaban cerradas.  Había planeado dejar la nota en uno de los platos sobre la mesa, pero ¿y ahora?  Por debajo de la puerta no cabía.  Recordó que su padre, lo primero que hacía al levantarse, era dirigirse al gallinero a recoger los huevos.  Tendría que encontrar un sitio muy obvio en donde poner el papelito y sin que el aire lo pudiera volar.  Ya le dolía el pico de tanto apretarlo para no perderlo.  Inspeccionó el lugar y de pronto vio que el cajón de la comida ¡estaba abierto!  Se paró en uno de los bordes, desdobló el papel con dificultad y lo dejó caer en el interior.  De inmediato regresó a su prisión con el corazón radiante de felicidad.

A la maña siguiente, Isamel fue al gallinero, como de costumbre y con gran extrañeza encontró un trozo de papel en el cajón del alimento.  Al leerlo se olvidó de las gallinas y salió corriendo a despertar a su mujer.  ¡Ágora, despierta, mira lo que acabo de encontrar!   Es un mensaje de Irina… no sé  cómo lo envió, pero es su letra.  Escucha: “ Queridos padres, explicación  después.  Confíen en mí.  Dos km río abajo desde torre prohibida hay un cuerpo atorado con troncos, ribera oeste.   Si es sacerdote todo aclarado.  Los quiere, Irina”.  La madre se quedó sin aliento.  Le pidió que leyera la nota otra y otra vez.  ¿Dónde encontraste la nota?  En el gallinero, mujer, en el cajón del maíz que estaba medio abierto y sobre los granos… ahí estaba.  ¿Pero cómo llegó hasta ahí, Isa?  ¿Estaba la puerta abierta… había pisadas?  No lo sé, mujer, no me preguntes, yo estoy tan sorprendido como tú.  ¿Qué no será una broma o será que alguien quiere involucrarte?   No, mira es la letra de Irina.  En cuanto acabe con las gallinas me voy al río para ver si es cierto, antes de decirle nada a nadie.  Varias horas más tarde regresó Isamel a casa, muy cansado y visiblemente feliz.  Ya avisé al Alcalde del cuerpo en el río y lo van a traer hoy mismo.  Pero van a preguntar cómo lo encontraste, no vayan a creer que tú fuiste quien lo echó al río y ahora…   No, no te angusties, ya pensé en todo lo que van a preguntar y tengo todas las respuestas listas para que no me involucren.

Al día siguiente,  Isamel fue subido a una carreta y llevado al ‘villorio’ de Kantul, donde estaba su hija, acusado de ser cómplice en  la muerte del sacerdote, aún antes de saber si el cuerpo encontrado era en efecto el del desaparecido.  Irina estaba limpiando las cabañas cuando llegó su padre y comprendió todo.  Lanzó un grito de horror y corrió a abrazarlo.  ¡Alto! ya tendrán tiempo de abrazarse, ahora vete a seguir tus obligaciones,   le gritó uno de los guardias. 

Lo llevaron a registrar, a leerle la cartilla y designarle un lugar donde dormir.   Hasta que terminó la frugal cena, tuvieron un rato para que Irina le aclarase la situación.  Eso es muy peligroso, hija, qué tal que te quedas en esa forma y no puedes regresar.  ¿De donde diablos sacaste ese librito?  Lo encontré en el sótano de la casa, si tú no lo habías visto ¿sabes de quién era?  Parece muy antiguo.  Ni idea, hija, pregúntale a tu madre cuando regresemos… si eso sucede.  No te aflijas, papito, ya verás que volveremos muy pronto.  Necesito hacer dos o tres vuelos más  para averiguar algunas cosas, además ya no tengo  ingredientes para la pócima, así que lo que me queda tengo que hacerla rendir al máximo.

Por la noche volvió a emprender el vuelo.  Tenía que encontrar al sacerdote, vivo o muerto.  Se dirigió hacia la casa de éste, aunque fuera el sitio más absurdo para esconderlo, pero también el más seguro.  Ahí podía encontrar alguna pista.  Su casa no estaba lejos de la torre y al pasar frente a ella unas sombras espesas se aparecieron, cortándole el paso.  ¿A dónde vas, Irina?  Las alas se le engarrotaron y sin embargo no cayó, se mantenía suspendida en el aire.  ¿Quiénes son, qué quieren?  Somos los Señores de la Noche, que todo lo ven y lo saben todo.  Te has portado muy mal y venimos a decirte que tu castigo es verte involucrada en un asesinato que no cometiste y del que, quizá, no salgas con vida.  ¿Me castigan por encontrar el recetario y usarlo…?  ¡Osaste entrar en la Torre! rugió una voz.   Pero… no hice nada….  Estuviste a punto de alterar la rotación de los planetas y causar una colisión en TODO el universo ¿te parece poco?- la voz rugía colérica entre las sombras.    Sólo quería… ver qué había…  La curiosidad y la estupidez juntas son muy peligrosas .  Aún ahora  crees que vas a resolver el enigma, pobre tonta.  Es imposible, lo hemos enredado todo y no tienes la madurez para saber cuándo usar las fórmulas del manual que robaste y ahora crees que te volviste visionaria, ja,ja.  ¡Yo no robe nada! estaba en el sótano de MI casa.  Pues ese manual pertenece a Nilem… precisamente.  ¿Qué coincidencia, verdad?  Cuando te lo encuentren ¿cómo vas a justificarlo?  Yo no he robado nada, yo no he matado a nadie, por favor ¡créanme!  Dos gotitas resbalaron por sus ojillos y cayó al suelo.  Las sombras habían desaparecido, dejando una tremenda angustia en su pecho.  ¿Cómo iba a luchar contra esas fuerzas tan poderosas?  Se sentía más pequeña aún que el cuerpecito que habitaba.  Iba a regresar a Kantul y aceptar su destino, pero pensó en su padre.  Tenía que liberarlo aunque en ello le fuera la vida.

Levantó el vuelo, haciendo el esfuerzo de olvidar aquellos rostros horribles.  Se fue directo a la casa del chamán y no encontró a nadie dentro de la sencilla cabaña.  Revoloteó por el interior, ya que había huecos por todos lados, queriendo encontrar una pista.  Sobre una mesa, junto a un estante lleno de frascos con plantas y polvos, vio un libro parecido al que ella encontró.  Estaba abierto y en la parte superior se leía “conjuros de amor”.  A un lado estaba el rizo de alguna mujer y del otro lado un brazalete de plata con las iníciales LI.P.  ¿Lo habrán matado por hacer un conjuro… o por no querer hacerlo?   ¿De quién serán esas letras?  Con toda seguridad papá lo sabe.  Y regresó.

Al día siguiente, durante un descanso, Irina contó a su padre sobre su hallazgo, omitiendo su encuentro con los Señores de la Noche.  Tendré que recorrer uno por uno, pero de momento nadie tiene un nombre con L.  ¿Será el Sr. Iturriaga? – no, él es José Ángel.  ¿Será don Higinio? – no, ese es su primer nombre… que yo sepa.  Tendré que irlo pensando poco a poco, a ver si para la noche ya lo encontré.  Así se pasó todo el día recorriendo casa por casa y cayó en la cuenta de que muchos tenían apodos y no conocía, a ciencia cierta, sus nombres de pila.  Continuó con su recorrido mental y llegó con el Loco Pérez, que le decían así por llamarse Lucas.  ¿Pero, y la I?  Sí, eso era, Ifigenio!!  Se fue de volada a ver a su hija que estaba lavando el piso de una cabaña,  silbando la contraseña.   Irina, ya sé quién es:  Lucas Ifigenio Pérez.  ¿Y ese quién es, papá?  Pues nada más y nada menos que el Alcalde!  A Irina se le hicieron los ojos de plato.  Con razón nos echó la culpa y nos sacó del pueblo… y no hará nada para aclarar el asunto.  Tengo que ir ahora mismo para averiguar qué le ha hecho a don Nilem.  Sin dar tiempo a las súplicas de su padre, Irina tomó la pócima y salió por la ventana, ligera como un pajarillo.

Se fue directo a la casa del susodicho, que descansaba en su hamaca y discutía con su mujer.  Por ese farsante ni te preocupes, ya pensé bien todo el asunto y nadie se dará cuenta.  Pero, Lucas. Para qué lo mandaste a Tres Ríos con Pedro, qué piensas hacer.  Es un embustero, un mentiroso, dice que puede hacer maravillas y a la mera hora, se atora.  ¿Qué acaso tú le has pedido algún trabajito oscuro?  Por supuesto que no, mujer, pero sé de muchos a los que engañó y dejó colgados y necesita un sustito, nomás.  Además, para todos ya está muerto ¿no?,  pues… a la mejor,  así será...  ¿Qué no lo está cuidando Pedro?  Porque, que tal si lo pica un animal y alguien pasa y huele la muerte…  Déjate de sonseras, vieja, por Tres Ríos nadie va…y no te metas en mis asuntos.  ¡Y ya deja de fregar!

Antes de ir a dormir se reunió con su padre para hacer planes.  Escribirían una nota a Ágora, explicando lo esencial en el reducido espacio del papelito, sin poder darle sugerencias, pero Ágora sabría encontrar la solución, siempre había sido así.  En vez de un sueño reparador, Irina emprendió el vuelo nuevamente hasta su pueblo.  Encontró a su madre rezando, arrodillada ante la imagen de San Judas, alumbrada por una veladora.  Irina se posó en la repisa y esperó a que su madre abriera los ojos.  Oh, qué bella tortolita ¿será una señal?  El ave dejó caer el papelito que llevaba en el pico en la mano que se alzaba para tocarla.  ¿Otro recado? pensó emocionada.    Mientras lo desdoblaba el ave permaneció mirándola, con el deseo inmenso de abrazarla.  ¿Cómo habrá logrado entrenar a este pajarillo… ¡Oh, Dios mío!  Qué es esto.  De un brinco se levantó.  No es posible que el Alcalde… pero, si está escrita por Isa, es su letra sin duda.  ¿Cómo es que saben estas cosas?  Y yo, qué haré para enfrentar a ese hombre.  ¿cómo…?  El pajarillo salió por la ventana y en el regreso pensó qué haría su madre para ajustarle las cuentas a ese monstruo – algo ingenioso se le ocurrirá, seguro.

Ágora no pudo dormir, cavilando lo que haría, llena de rabia por la injusticia contra su hija y su esposo.  En cuanto empezó a clarear, se lavó y cambió de ropa.  A fuerzas se bebió un café, para calmar el hueco en la boca del estómago, que no era por hambre.  La lengua le sabía a metal.  Salió de su casa y fue visitando uno a uno a sus vecinos.  Asegurándoles que lo que les contaba era verdad.  Muchos no le creyeron, algunos dudaron y pocos la respaldaron.  Sin embargo, a las doce, hora en que los había citado frente a la casa del Alcalde, que apenas a esa hora tomaba sus primeros alimentos, casi todo el pueblo estaba presente:  muchos en apoyo a su causa, la creyeran o no y muchos por curiosos.

Frente a la casa se paró Ágora y a voz en cuello gritó,  “Sr. Alcalde haga el favor de salir y aclararnos a todos, el asunto del desaparecido, don Nilem, porque el muertito del río no es él.  ¿Quién será?    El Loco Pérez salió con cara de espanto, metiéndose los faldones de la camisa en el pantalón.  Pero, qué pasa, doña Ágora, por qué esos gritos.  Si quiere usted pasar para que platiquemos…    No venimos a platicar, sino a que nos diga la verdad.  Todos queremos que nos informe qué ha hecho para encontrar a don Nilem.  Este… ya mandé el cuerpo a la capital para que certifiquen si es el del brujo… digo el sacerdote, pues estaba algo dañado.  De entre la muchedumbre, Azucena alzó la voz: ¿Y mi hijo, Pedro, a dónde lo mandó?  Hace días que no lo veo. La piel se le enchinó al ver aquella mujer que lo enloquecía y, ahora estaba seguro, nunca sería suya.   Lo mandé con el ahogado a la ciudad, en unos días regresa. Pero yo no lo veo desde antes de encontrar ese cuerpo en el río, le reclamó la madre afligida.  Es que… primero fue al villorio donde se encuentran los familiares de Agorita, para saber que están bien y al regresar le encargue lo del muertito.  El sudor le bañaba la cara, haciendo esfuerzos por no demostrar el miedo que se iba apoderando de él.  ¿Y en su casita de Tres Ríos a quien tiene escondido?    El hombre se puso pálido, se agarró de un poste para no caer, tragó saliva y con un hilo de voz le contestó:  no sé de qué habla, doña Agorita,  ese lugar es propiedad federal y yo no tengo ni idea…  Pues yo sí tengo muchas ideas.  Así que invito a todos a la casa del Sr. Alcalde para que la conozcamos, ya después nos explicará cómo y cuándo. 

Todos emprendieron el camino hacia el río, que estaba a media hora, como si fueran a una fiesta.  No faltaron las apuestas sobre lo que encontrarían.   Chicos y grandes iban alborotados por el acontecimiento tan inusual que rompía la rutina de sus vidas.  Mientras tanto, el Loco Pérez y su esposa se apresuraron en sacar lo indispensable y huyeron antes de que la gente volviera y los lincharan. Tratando de ocultarse se internaron en la selva y nunca se volvió a saber de ellos.

Miren, allá adelante se ve una construcción.  Sí, es una casa… enorme.  Esa debe ser, apurémonos.  La mayoría se dedicó a husmear por la casa a medio amueblar.  ¡Por aquí, ya lo encontré!   En efecto el chamán estaba amarrado tirado en el suelo sobre una colchoneta, seminconciente.   En la parte trasera alguien encontró una tumba.  Al sacar el cuerpo Azucena reconoció el anillo que siempre llevaba su hijo.  Se lo llevaron al camposanto para darle debida sepultura.  A la caída del sol, se llevaron en un carro a don Nilem, que el médico del pueblo había mantenido con suero y en descanso desde que lo encontraron casi deshidratado.  Una vez restablecida la paz, el pueblo nombró a Isamel como Delegado oficial, recibiendo las bendiciones de don Nilem, que hizo extensivas a toda la familia por haberlo salvado.

La siguiente luna llena, Irina oyó una voz “te estamos esperando”, sabía quienes la llamaban a cuentas.   Con el recetario en las manos partió hacia la Torre Prohibida a cumplir con el compromiso pendiente, pero que sabía no quedaría inconcluso.   Cuando el rayo celeste la iluminó se presentaron los Señores de la Noche.  Por lo visto supiste solucionar todo, no sin esfuerzo, en beneficio de todo tu pueblo.  Así que no eres tan… boba.  Pero te falta madurez.  No puedes conservar ese manual, no eres digna de confianza, todavía.  Si te interesa, busca un maestro y aprende, poco a poco, como debe ser.  Si tu dedicación es grande, llegará el día en que el Manual regrese a ti.  Todo depende de la honestidad de tu deseo.  Irina dejó el libro sobre una roca.  Las sombras y el libro se esfumaron.  Sintió un gran alivio – estaba perdonada y ¡viva!  La alegría brotaba de su cuerpo al regresar a casa, pensando en pedirle a don Nilem que fuera su maestro.  Y no podría decirle que no, después de todo ella lo había encontrado… bueno, más bien las fuerzas ocultas habían colaborado ayudándole aquí y allá…  Un ave cruzó sobre su cabeza distrayendo sus pensamientos, mientras la seguía con la vista hasta muy lejos.  Sí, quiero volver a volar… como el cuervo… no, mejor como el águila.

                    < < < < < - - - - - > > > > >             1990

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