sábado, 19 de noviembre de 2011

FLOR IMAGINARIA

¡Al fin vas a llegar  Pronto... muy pronto.   Toda la vida ha cambiado repentinamente, con la sola noticia de tu llegada.  Todo es más hermoso,los colores más vivos, los aromas más intensos.  Todo se transforma al sentir tu proximidad, sabiendo que somos una misma carne y como yo, un mismo sexo:  hermoso, sensible y perfecto.

¡Tengo tantos planes para ti! Me paso las noches pensando cómo serás:  el botoncito de una bellísima rosa, que cuidaré con todo mi amor para evitarte tropezones.  Te enseñaré a amar a todas las criaturas y  las expresiones de la naturaleza.  Aprenderás muchas artes, porque todas son sublimes y alimentarán tu corazón, ayudandote a repudiar las bajezas del mundo para que no te toquen.

Pero no. Espera. ¡Estoy loca!  Cómo pretendo decidir tu vida, limitarte a mis emociones, influir en tus pensamientos y querer modificar tus sentimientos.  ¡No!  Tú serás tú.  Día a día irás descubriendo tu camino y la forma en que decidas andarlo;  buscarás y hallarás tus motivaciones;  decidirás cómo deseas vivir y el tamaño de la grandeza que quieras alcanzar.  Porque tú y no yo ni nadie más, será quien recoja los frutos, buenos y malos, que te ayudarán a lograrlo, cuando llegue el tiempo de la cosecha.  Así debe ser y así será, te lo prometo.

El conocer tu llegada es algo tan maravilloso que me confunde los sentidos y por eso hago constantes planes para nuestro futuro, pero no temas, seré parte y no autoridad, tendrás tu individualidad para que conozca tus alcances y tus limitaciones, amando y respetando, primero a ti y por consecuencia a los demás.  Te quiero fuerte, te quiero audaz, te quiero... te quero ¡ya!

Los días y semanas parecen que pasan lento, deseo tanto tenerte que te veo en todas partes:  el sol iluminando tus cabellos, el viento refrescando tus mejillas, los árbole que te susurran un canto de cuna y tus ojos, limpios e inocentes, se me presentan en toda criatura de la naturaleza, igualmente tierna y pequeñita como tú. Te abrazo al besar la flor, te oigo en los trinos límpidos de los verdines, tu risa es clara como el agua que calma mi sed y tu piel, tierna y suave, es como el rocío de la mañana, que antecede al despertar del sol y de la vida.

Me gusta salir al campo contigo, pra que veas, a través de mis ojos, loshermosos campos y escuches, a través de mis palabras, un canto a la vida.  Así, un día llegamos a un pueblecito pintoresco, como hay tantos en nuestra hermosa patria.  En ese momento pasaba un desfile, precedido por una pequeña banda de música.  Nos detuvimos a ver la procesión y resultó ser un cortejo fúnebre.  Llevaban a un pequñito muerto, cubierto con guirnaldas de colores y sus manitas juntas, como en oración.  Su madre, sola, lo cargaba.  Sin pensarlo, los seguí hasta el cementerio.  Ahí, tras depositar el cuerpecito en la yerma tierra, empezaron todos a cantar una melodía suave y dulce, como un arrullo, que me provocó un llanto incontenible.  Enseguida, empezaron a lanzarcuetes y petardos, que subían hasta el cielo para convertirse en flores multicolores, allá donde se encontraba ahora la criatura.

Mi mente estaba muy confundida, el corazón lo sentía oprimido ya que no comprendía el por qué de tanta algarabía.  Pues veía que la gente era realmente feliz.  Y según escuché, todos estaban contentos de tener otro angelito en el cielo..

Una terrible punzada se clavó en mi vientre y salí huyendo, abrazándote a través de mi piel, para que no te dieras cuenta de esa tragedia, alegremente festejada.  O quizá fue por la fugaz idea de que pudiera ser yo quien te llevaba en brazos, porque en mi mundo no me enseñaron a ver con esa naturalidad los procesos inalterables de la vida y la muerte.  Sin embargo, esos "indios", quizá analfabetos, mostraban más valor y más coraje para aceptar con naturalidad esos sucesos.  Recuerdo vivamente la cara de esa madre, imperturbable, llena de resignación y podría decir, que en sus ojos había esa paz divina, que sólo la aceptación de las voluntades, puede dar.

Durante mucho tiempo recordé aquella escena y me aterraba, como a cualquiera, la sola idea de perder lo que con tanto anhelo se espera.  Porque no, no tendría la entereza, la fortaleza de aquella madre.  ¡Yo me moriría de dolor!

Pero no fue así.  No me morí.  Hoy, ya con la cabez cana, las piernas lerdas y los ojos secos, sigo pensando en ti, porque aunque nunca llegaste, siempre estuviste aquí dentro.  Te quedaste en mi corazón... para no dejarme jamás.

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